Capítulo cuatro

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Abro mis ojos y parpadeo un par de veces

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Abro mis ojos y parpadeo un par de veces. No veo nada debido a la oscuridad del ambiente. Me siento en la cama intentando no hacer ruido ya que es temprano en la mañana y todos mis compañeros de habitación se encuentran durmiendo. Agarro los borcegos que están en el piso y salgo de la habitación.

En los pasillos, la luz es tenue y no hay tanto sol como para tener algo más de iluminación. Observo que el reloj que cuelga de una de las paredes marca las cinco y media de la mañana y me dirijo hacia la sala de entrenamiento. Una vez allí, coloco mis borcegos y ato mi cabello rubio en una coleta.

Miro hacia el gran espacio, no hay nadie más que yo y eso me tranquiliza.

Sin perder más tiempo, comienzo a ejercitarme.

Mi meta es ponerme fuerte, ser fuerte y no solo una debilucha que entró a las fuerzas protectoras por obligación. Al principio era así, ahora quiero dejar de lamentarme y poder desarrollar las habilidades que se requieren aquí.

Corro unos minutos para entrar en calor, elongo mis músculos y me dispongo a hacer abdominales, lagartijas y demás cosas.

Luego de lo que percibo como una hora después, tomo un poco de agua y relajo la espalda contra una viga. Noto que la puerta del otro extremo se abre y entra Theo con un rollo de goma espuma en sus manos. Me mira y por un segundo, la confusión cruza su mirada hasta que nota la botella de agua en mi mano y el sudor en mi frente. Sigue su camino sin decir nada por lo que yo desvío la vista hacia el sector donde hay bolsas de boxeo colgadas.

Me acerco a una y comienzo a dar puñetazos a esta. Mis golpizas no la mueven ni un centímetro pero aún así, sigo con mi faena.

Mis manos duelen, golpear a esto es duro y luego de varios golpes mis nudillos se enrojecen.

Sigo sumida en el ritmo de mis puños contra la tela hasta que oigo pasos detrás, acercándose.

Miro por sobre mi hombro sin perder el ritmo y noto que el castaño de ojos grises, me mira con sus brazos entrelazados delante de su pecho. Vuelvo la vista a la bolsa intentando que su mirada no me afecte.

-¿Qué haces?- Pregunta. Otra vez, su voz ronca por la mañana.

-Entreno.- No dice nada, solo sigue mirándome. Lo sé porque siento sus ojos en mi perfil.

-Esa no es la postura.

Dejo de golpear y le presto atención. Sus cejas son gruesas, su nariz es perfectamente triangular y noto que su labio inferior es grueso. También, noto una fina capa de bello en su barbilla. Tan fina como si se la afeitara todos los días.

-Dime cómo es entonces.

Asiente y se coloca frente a la bolsa de boxeo que hay al lado de la mía.

-Un pie delante y uno atrás separados el ancho de tus caderas para no perder el equilibrio.- Comienza.- Mantén la tensión aquí.- Señala el sector de su estómago con sus manos por lo que clavo la vista en su torso. Y me pregunto cuán duros estarán sus abdominales.- Y tus brazos deben estar firmes. Uno delante y otro atrás.- Miro su postura completa y de repente lo veo dar un puñetazo a la bolsa de boxeo haciendo que esta se mueva como diez centímetros, algo que para mi parece ser imposible.- Lo importante es que tomes la potencia suficiente como para dar un golpe firme.

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