Capítulo dieciocho

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Pasan tres días desde mi encuentro con las bestias que resultaron ser las víctimas

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Pasan tres días desde mi encuentro con las bestias que resultaron ser las víctimas. Me despierto a las seis de la mañana pero a comparación de lo que hago usualmente, me quedo en la cama. No voy a entrenar con Theo, solo espero a que todos se levanten y voy con ellos al entrenamiento. Violeta insiste con que descanse hoy, yo insisto en que puedo entrenar de todas formas.

Llego a la sala de entrenamiento donde Theo espera de espaldas a nosotros. Cuando nota la presencia del grupo, da las indicaciones de la clase de hoy; trote, saco de boxeo y ejercicios musculares. Voy dirigirme hacia el campo exterior para trotar con el grupo pero el castaño se interpone en mi camino, así que me atraso.

-¿Piensas entrenar hoy también?

Lo miro confundida.

-Si... ¿Por qué?

-No lo sé , no has estado viniendo al entrenamiento.- Suelta. Tiene la frente con gotas de sudor, delatando que estuvo haciendo ejercicio desde antes.

-Pero sí estoy en el entrenamiento de hoy.

-Me refiero al entrenamiento conmigo.- Ahora comprendo. Muerdo mi labio y desvió la mirada. No voy a confesarle que no he entrenado a solas con él porque no tengo la conciencia tranquila. No voy a decirle que cada vez que miro sus ojos me siento mal por mentirle. Y que... me muero por leer su mente para saber si puedo confiar o no.- No has venido estos días.

-Es que...

-Si ya no quieres que te entrene, dimelo.- Aquello me parece un reclamo pero descarto la idea. Me obligo a mirar sus ojos. Su ceño está fruncido.

-No es eso, es que no quiero sobrecargar tanto mi pierna.- Miento. Creo que es una excusa estúpida ya que estuve entrenando normalmente, sin pensar en mi herida. Pero ahora mismo, es lo único que se me ocurre.

-Para no sobrecargarla directamente deberías quedarte en reposo.

-Lo sé, pero tu sabes que no soporto quedarme sin hacer nada.-Fundamento.

-Entonces vas a entrenar pero no trotes.- Asiento ante su indicación.- ¿Cómo estan tus puntos?

No pensé que le importara pero hace tres días no hemos hablado, mejor dicho lo he evitado, así que no me sorprende que sienta curiosidad por saber cómo está mi herida.

-Bien, cicatrizando más rápido de lo que pensé.- Aquello es verdad.

Me repasa de pies a cabeza antes de asentir. El análisis en sus ojos no hace más que ponerme nerviosa aunque, afortunadamente para mi, termina por girarse sobre sus talones y alejarse. Yo me dedico a hacer lo que he venido a hacer; entrenar. Cuando terminamos, Theo anuncia que nos quiere listos a las cuatro de la tarde para practicar tiro en el polígono, es un alivio ya que no tendré que mover mi pierna más de la cuenta, solo necesitaré mis brazos.

Aprovecho para darme una ducha. Me meto dentro, abro el grifo. El agua tibia relaja todos mis músculos en el momento en que golpea contra estos. Coloco la pasta espesa que sirve como limpiador del cuero cabelludo, en mi cabello. El olor a frutas inunda mis fosas nasales así que me permito soltar un suspiro aliviado. Me quedo unos minutos así, sin ganas de salir. A gusto. Hasta que, recabando en mi mente, una nueva preocupación se instala.

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