Capítulo seis

36 4 0
                                    

El viento choca contra mis torso y lo siento en la piel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El viento choca contra mis torso y lo siento en la piel. Agradezco llevar mi cabello rubio suelto ya que este me resguarda un poco del frío. A mi lado, Sammuel se entretiene hablando sobre cosas a las que no estoy poniendo atención mientras caminamos por el asfalto. Hemos decidido salir del edificio de las fuerzas y caminar un poco para aprovechar el sol ya que hace días que no hacemos nada más que estar allí adentro.

Mi atención está puesta en el ambiente a mi alrededor; la entrada principal de las fuerzas armadas está a nuestras espaldas, nos rodean unas construcciones más y luego, se abre paso la ruta, la cual parece ser el único camino que nos conecta con la ciudad. A los costados de la ruta hay kilómetros y kilómetros de campo y, más allá, de bosque.

Detengo mi paso y descanso mi espalda contra la viga de una construcción.

-¿Habrá algo más allá?- Pregunto, señalando el bosque en el horizonte que tengo en frente. Mi amigo se encoge de hombros.

-No creo, seguro que el bosque es lo último que hay antes del muro.- Sugiere, poniéndose a mi lado para señalarme el paredón que puede distinguirse en la lejanía.

De repente quiero ir. Cuando veía el paredón desde el balcón de mi hogar a la noche, podía distinguir algunas luces. Siempre me dio curiosidad pero el hecho de saber que habitan bestias del otro lado, desalienta mi curiosidad y ganas de investigar.

-¿Dónde está Violeta?

-Me dijo que el entrenamiento la dejó exhausta y que solo queria recostarse.- Asiento.

Me pregunto cuánto tardaré en llegar a mi antigua casa si camino por la ruta. Estoy segura de que está a bastantes minutos en algún vehículo, por lo que seguro si camino hasta allí tardaré una hora o más.

No importa cuan lejos esté, cuanto tenga que caminar. Me importa ver a mi padre, contarle como me está yendo aquí, en las fuerzas armadas. Preguntarle cómo va el trabajo y saber que si hay alguna novedad entre sus colegas.

A veces, cuando iba al hospital con él después de mis clases en el centro escolar, lo ayudaba a atender a algunos pacientes. Quizás ponía suero si él me lo solicitaba y era una especie de ayudante. Siempre me contó que mi madre era una médica excelente, reconocida en nuestra ciudad al igual que lo es él entre los ciudadanos.

Ha salvado muchas vidas y es injusto que la vida que haya llevado la de ella. Que me la haya arrebatado. Aunque yo tenía solo siete años, su pérdida fue un golpe muy bajo.

Sacudo mi cabeza para alejar mis pensamientos y estiro mi cuello para que el sol cálido de la tarde de justo contra mi rostro. Se siente tan vitalizante.

-Pensé que no te gustaba el sol.

-¿Por qué lo dices?- Preguntó sin desarmar mi posición o abrir mis ojos.

-Pues eres algo pálida...

No digo nada, tiene razón. Cuando usaba la ropa blanca característica en nuestra sociedad, lo único que hacía contraste con las prendas que utilizaba eran mis ojos celestes pues mi piel es clara.

Zona BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora