Capítulo veintiséis

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-¿Estás segura de que no vendrás?- Pregunta Violeta, acomodando su borcego, vestida y lista para ir a la zona B como mis demás compañeros

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-¿Estás segura de que no vendrás?- Pregunta Violeta, acomodando su borcego, vestida y lista para ir a la zona B como mis demás compañeros. Hago una mueca y recuesto mi espalda en la pared contra la que se apoya el cabezal de mi cama.

-Estoy descompuesta, ya te dije que anoche me la pasé vomitando.- Miento. Fue la primera excusa que se me ocurrió decirle cuando me preguntó donde me había metido toda la noche.

-Si, será mejor que descanses.- La mano de Sammuel se coloca en mi hombro, como una forma de darme ánimos. Algunos de los soldados con los que comparto habitación, comienzan a dirigirse a los pasillos una vez que se acomodaron el atuendo.

-¿Que sucede hoy con los soldados? Están más nerviosos que nunca.- Comenta mi amiga de cabello rojo, con su mirada en el pasillo. Veo como un soldado mayor corre con apuro y nerviosismo y no puedo evitar pensar que ese movimiento extraño se debe a que ya se percataron de la ausencia de mi madre en el laboratorio. Y que deben estar accionando en consecuencia. Trago saliva.

-No lo sé, pero parece que tienen apuro.

-¿Cuando no lo tienen?- Intento bromear con la mejor voz despreocupada que me sale en un momento así.

-Hablando de eso, ya deberíamos ir si no queremos que nos griten luego.- Sugiere mi amigo. Violeta asiente y antes de irse, me sonríe.

-Espero que te mejores, Blake.- Aprieto mis labios y hago un asentimiento agradecido con mi cabeza.

-Deséanos una buena matanza.- Grita Sammuel antes de salir de la habitación. Dejándome congelada, con un revuelto en mi estómago porque, deseo con todas mis ansias todo menos eso. Y espero que al final del día, mis amigos tampoco deseen matar gente inocente.

Me quedo completamente sola durante varios minutos, con el corazón hecho un puño. Suelto un suspiro y ya no oigo bullicio en los pasillos, es cuando asumo que se fueron. Me pongo de pie, asomo mi cabeza por el umbral y veo al final del pasillo, dos soldados murmurando algo para luego desaparecer. Toco el arma en mi cintura para asegurarme de que sigue allí y me hecho a caminar. Afortunadamente, nadie más aparece en el lugar. Al poner un pie fuera, noto el frío matutino chocar contra mi cuerpo y veo a la distancia la parte trasera del último colectivo de los tantos que se llevaron tropas de soldados. El lugar parece estar tan desolado que por un momento, tengo la esperanza de que no quede ni un soldado para poder lograr mi objetivo sin problemas. Sin embargo, aquel pensamiento se desvanece cuando diviso un soldado cargando un arma justo al lado de la ruta que tomaron los colectivos. Me escondo en la pared de uno de los edificios laterales, y contemplo el edificio de control y desarrollo, justo frente a mi. Asomo mi cabeza, maldigo interiormente al soldado que vigila el lugar hasta que finalmente -y para mi suerte- el tipo se pone de espaldas para controlar el lado contrario. Sin perder un segundo más, aprovecho y corro con sigilo en línea recta, hacia el edificio de control y desarrollo. Apoyo mi espalda contra la pared de este cuando logré cruzar y suelto un suspiro antes de caminar hacia la parte trasera.

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