Capítulo siete

38 4 0
                                    

Estoy en la sala de entrenamiento

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estoy en la sala de entrenamiento. No sé si Theo aparecerá. No estoy segura debido a la actitud aún más distante de la de siempre que tuvo ayer conmigo.

Si él no viene, entrenaré yo sola. Necesito esto y no lo necesito a él.

Mi reloj de mano marca las seis y veinticinco de la mañana. He estado entrenando con él desde hace dos días y nunca ha llegado tan tarde por lo que decido dejar de esperar y ponerme a hacer algo para entrar en calor; la bolsa de boxeo.

Me coloco en la posición que Theo me enseñó. Debo admitir que gracias a eso, mis golpes son más duros y he notado que puedo moverla aunque sea unos centímetros lo cual me hace sentir un poco mejor. Si él no me hubiera señalado la posición correcta, probablemente lo único que lograría golpeando la bolsa sería lastimar mi columna.

Paso minutos de esta manera, puedo asegurar que dar puñetazos a una de estas cosas es una gran forma de desquitar la irritación que llevas dentro si te has levantado con el pie izquierdo. Y es irónico ya que antes la forma de desquitarme luego de un mal día era yendo al hospital donde mi padre trabaja y pasar el día curando y ayudando pacientes.

Ahora, la forma de canalizar que tengo es golpeando. Quizás sea porque antes no había tenido oportunidad de pegarle a nada ni nadie. Pero se siente liberador.

No llevo la cuenta del tiempo que he pasado haciendo lo mismo pero sé que es bastante ya que mis puños han comenzado a sentirse sensibles.

Oigo que la puerta de la sala se abre y me giro con la esperanza de que quizás sea Theo. Por el contrario, quienes aparecen por el otro extremo son Elliot junto a Maylen. Ella, con una musculosa que deja ver mucho más que el supuesto rastreador en la clavícula y él, con su andar superior. Decido ignorarlos y seguir haciendo lo mio, esperando a que crucen la sala y desaparezcan pero sin embargo, dejo de oír sus pasos y me percato de su presencia detrás mío.

No me detengo pero los miro por sobre mi hombro y noto la ceja levantada de él junto con un atisbo de sonrisa. Una de esas sonrisas que no son para nada amistosas y que delatan problemas.

-¿Decidiste hacer algo para que te dejen de patear el trasero?- Oigo su voz maliciosa y veo su boca moverse. A su lado, Maylen reprime una sonrisa burlona. ¿Cuál es su problema?

Vuelvo la vista a la bolsa y los ignoro.

-Parece que si.- La voz chillona de ella a mis espaldas me hace rodar los ojos.

-Valoro que te esfuerces.- Comienza él.- Pero de todas formas, no creo que puedas mejorar.- Sigo golpeando. Siento la necesidad de darme vuelta y propinarle un puñetazo por patán pero mi lado lógico me informa que si yo llegara a hacer eso, seguro él acabaría conmigo en cuestión de segundos.

-Creo que no va a contestar.- Habla ella.

-Lo supuse.

Aprieto los puños mucho más hasta que, satisfechos con la humillación, caminan en dirección a otra puerta para desaparecer de la sala.

Zona BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora