Las Dalias rojas

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"Los zapatos tienen un misterio que sólo conoce la mujer que los lleva, no sólo es la manera de caminar es mucho más".

Manolo Blahnik

Emma y yo salimos del jardín botánico exhaustas, pero a la vez emocionadas con nuestras nuevas aventuras profesionales. Emma abrió la puerta de casa y lo primero que vimos fue a un chico de aproximadamente dos metros de estatura, con una coleta que le llegaba por la mitad de la espalda, moreno de piel y con una sonrisa de oreja a oreja.

Emma se echó hacia atrás y mirando hacia la parte superior de la puerta vio si se había equivocado o no de piso. Resultaba que no. El chico, al vernos asustadas, llamó a Gael y le dijo algo en español que ni Emma ni yo entendimos.

Gael apareció sonriente y dijo: "Abby, Emma os presento a mi primo Diego. Es hijo de la hermana de mi madre que vive en México DF y ha venido a hacer una presentación en una galería de arte de sus últimas pinturas. Estará hasta el lunes en casa".

Emma en ese momento pareció haberse olvidado de aquel pequeño miedo que le suscitó aquel chico al verlo en la cocina y directamente se presentó con dos besos y Gael como traductor. He de reconocer que yo fui bastante más cometida a la hora de la presentación.

Preparamos una cena ligera y nos sentamos a hablar los cuatro en el salón. Diego parecía algo mayor que Gael, pero se notaba que a pesar de no haberse visto en dos años, estaban bastante unidos. Diego había estudiado en Italia en la Universidad de Roma en la facultad de Bellas Artes. Hasta que volvió a su México natal y empezó a crear sus propias obras de arte.

Entre nosotros surgió ese feeling por el arte, por la pintura e incluso me atreví a contarles lo que se me había ocurrido como nueva campaña publicitaria. Me gustó la cara que los tres pusieron al saber cómo iba a ser aquella loca, pero a la vez salvaje idea.

La reacción de Emma fue: "Nunca he visto este tipo de anuncios en la televisión. Y en las revistas, según el tipo". Gael se levantó y dijo: "¿Te atreves a pintar ese boceto?" Miré hacia Diego y él de manera muy cordial dijo: "Será un placer verte dibujar la idea". Gael trajo un folio en blanco y dos lápices uno normal de grafito y el otro de color rojo.

Dibujé aquella locura en unos cuántos minutos y mientras iba contándoles mi idea. Gael me miró y dijo: "¡Qué pena no ser mujer!" Emma sonrió y dijo: "Yo te lo compro". Diego sonrió y dijo: "La Dalia es la flor nacional de mi país. Y dicen que una dalia roja significa: Te voy a querer por siempre".

Miré a los tres y les dije: "Pues hoy ya he aprendido algo nuevo. Como dice la abuela de Emma: "Nunca te acostarás sin aprender algo nuevo". Aquella noche antes de dormir estuve hablando un poco con Adam por teléfono, es cierto que no le conté mi idea, pero hablamos de él y de nuestra infancia. ¡Qué raro es esto del hemisferio norte y del hemisferio sur!

A la mañana siguiente me desperté a una hora decente, me apetecía conocer otra parte de la ciudad concretamente quería ir a Queens, una zona donde viven muchos latinos. Sí, iba buscando más inspiración, porque si algo tenía claro era que aquella campaña iba a ser mía.

Lo que no esperaba antes de salir por la puerta era que Diego saliese de la habitación de Emma. Me resultaba bastante extraño que ella hubiese dormido con Gael, así que mi deducción era otra y creo que la vuestra también.

Salí con una sonrisa por aquella anécdota matutina. Tuve una odisea de casi una hora de trayecto, entre caminar y el metro. Pero me supo a gloria cuando salí de aquella parada de metro y parecía que me había trasladado a otro país. Era la hora del brunch, así que aproveché y en mitad de mi aventura por la zona de Corona en Queens, encontré un puesto callejero de un matrimonio chileno que vendía empanadas de Pino.

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