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—Llegas tarde– Te das vuelta dejando la puerta abierta para que él entre

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—Llegas tarde– Te das vuelta dejando la puerta abierta para que él entre. Te sientas y esperas en la cama por una respuesta.

—Lo sé Meribeth– Cierra la puerta después de mirar hacia afuera, asegurándose de que no haya nadie allí y luego se para frente a ti.

—Lo siento, pero no puedo aceptar tus sentimientos. Soy el rey de Kattegat. Tengo mi esposa y mis cuatro hijos...

—¿Crees que me importa Ragnar? Toda mi vida, todo me fue arrebatado y justo cuando pensé que podría tener algo para mí, me lo quitan...– Te secas las lágrimas con la manga.

¿Quién era yo para pensar que lo imposible sucedería? ¡Soy tan egoísta!

—Lo siento, Ragnar.

Da un paso vacilante hacia ti. Empiezas a agarrar cada elemento y lo colocas en tu bolso cuando terminas cada oración.

—Lamento haberte amado. Lamento haberte dicho mis sentimientos. Lamento incluso pensar que podríamos estar juntos. Tienes tus propias responsabilidades... y yo no soy una de ellas.

Ragnar te agarra de la muñeca para detenerte y lo abofeteas con la otra mano.

—Ya no tengo una razón para estar aquí. Me voy. Mañana.

—No voy a evitar que te vayas Meribeth, pero cualquier hombre que no sea ciego puede ver que mis hijos tienen interés en ti. No puedes dejarlos así.

—¿Así como me dejaste a mi?– Ragnar sostiene su cabeza con frustración. Caminas por la habitación para agarrar tus armas. Empiezas a atar las cuerdas a su alrededor y casi rompes las fibras.

Él sostiene suavemente tus dedos y tus manos se suavizan inmediatamente de su toque.

—Mira Meribeth, te amo tanto que duele. Cuando me fui, fui a hablar con los dioses y con Floki sobre ti. Sobre nosotros. Me dijeron que nuestros destinos están unidos– Ruedas los ojos mientras él te suplica que escuches.

—Pero los dioses dijeron que fue a través de mis hijos, no de mí. Estás destinada a casarte con al menos uno de mis hijos. No sabes la batalla que tuve que luchar para no correr hacia Hedeby y casarme contigo. Tenerte toda para mí– Se limpia las lágrimas con las manos y luego te trae un cálido abrazo.

—Realmente intenté Meribeth. Y por mucho que me duela, debo dejarte a mis hijos. Por favor, no te vayas... por favor...– Sus labios se tocan por unos segundos. Cuando abres los ojos, él se va. Lloras el resto de la noche hasta que tus ojos ya no pueden soltar lágrimas.

Es oficial. Ahora debo elegir quedarme y seguir mi destino o irme y desafiar a los dioses.

Vas al único lugar donde siempre encontraste consuelo: el bosque. Sientes un viento frío soplar por sus oídos y escuchó la profecía nuevamente. El que entre al bosque ganará el premio.

𝐌𝐞𝐫𝐢𝐛𝐞𝐭𝐡 | VikingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora