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Esa noche se celebró una gran fiesta solo para la familia real, pero fuiste invitada en nombre de Aslaug.
Sostienes el collar de tu padre mientras miras hacia el cielo nocturno.
—Te extraño mucho padre. No te deshonraré a ti ni a los dioses, ni mucho menos a nuestro dios– Tenías solo diez años cuando tu padre te mando a ti y a tus hermanos a Kattegat por el peligro que conllevaba ser descendiente del Rey Ronald.
Afortunadamente, llegaron a la cabaña de Lagertha por seguridad, quien se volvió una gran amiga de tu familia gracias al intercambio de bienes que hicieron en ese entonces. Ella les acogió con gracia como si fueran sus propios hijos. Lamentablemente, no te quedó nada más que el collar y el hacha de tu padre. Tus hermanos regresaron a tu reino cuando la amenaza había acabado, a excepción de ti, que querías convertirte en una doncella escudera como Lagertha. Además de que sentías que ya no pertenecías a Escocia.
Cuando abres las puertas, todos los ojos están puestos en ti. Los hermanos junto con Ragnar parecen tensos, casi doloridos.
Espero que Ragnar venga esta noche.
Aslaug alegremente te indica que te sientes.
—Padre, tengo algo muy importante que decirte– le dice Sigurd.
—¿Qué pasa, Sigurd?
—Mis hermanos y yo deseamos una mujer.
—Entonces tómenla, si ella acepta. ¿De quién es esta mujer de la que hablas?
Por favor no digas mi nombre, por favor no digas mi nombre. ¡Por favor!
Ambas rodillas comienzan a temblar al ritmo de tu corazón acelerado. Las palmas de tus manos comienzan a sudar a medida que hurgas con ellas tratando de pensar rápidamente en una forma de escapar de esta situación.
Ubbe te mira y ve lo incómoda que estás y habla justo antes de que Ivar responda.
—Hermanos, no creo que este sea el momento adecuado para hablar de eso.
—¿Qué quieres decir hermano? Es el momento perfecto, padre acaba de regresar y ella está en esta misma habitación– Ivar golpea las flores y las hierbas sobre la mesa.
—Dije que, ahora no es el momento adecuado para eso, Ivar. Discutiremos esto con padre más tarde, cuando esté bien descansado. Comamos.
—Ubbe tiene razón, no quiero ver ninguna pelea en la mesa– Aslaug dice mientras trata de calmar a Ivar, que parece listo para arrancarle la cabeza a su hermano.
Te quedas mirando las diversas carnes y verduras presentadas en la mesa pensativamente.
¿Por qué vine aquí? Podría haber dicho que el mensaje no me llegó y me quedo en mi cabaña terminando las sobras que tenía del viaje.
—Entonces, Meribeth, cuéntanos sobre tu redada en Francia.
—Um, fue agradable darles una buena paliza, jaja. Me gustó cómo todas las mujeres trabajaban juntas. Realmente admiro a Lagertha por su fuerte liderazgo. Ella sabía cuándo dar marcha atrás antes de que perdiéramos demasiadas personas y cuándo alentarnos a seguir adelante y luchar. Lagertha tiene lo que muchos líderes de hoy no tienen...– Miras directamente a Ragnar mientras terminas la última oración.
Había un significado más profundo detrás de esto que nadie más en la mesa entendería.
Comenzabas a sentirte ansiosa a medida que pasaba el tiempo y Ragnar no mostraba signos de interés hacia ti. Le diste tu corazón en bandeja de plata hace tantos meses. Por alguna razón, solo te hizo sentir un poco mejor echarle la culpa a él, incluso si no fuera cierto.
Ragnar era un buen líder para su gente. Tenía grandes expectativas y objetivos que van mucho más allá de sus tierras. Tuvo una visión, y eso fue lo que más te atrajo de él.
Tomas un pedazo de todo lo que está al alcance, temerosa de hacer que alguno de los hermanos haga algo que no quieres en este momento.
—Terminé. Gracias a todos por su amabilidad, lo recordaré por el resto de mi vida– Te paras y te inclinas ante Aslaug y los Ragnarsson.
—Que duermas bien, Meribeth– Asientes a los hermanos y le guiñas un ojo a Ubbe antes de irte.
*
Te quedas dormida esperando a Ragnar. Horas después te despierta un fuerte golpe en la puerta.
—¿Quién es?– Bostezas y agarras tu hacha mientras abres lentamente la puerta.
