46. Te quiero demasiado.

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Otros cuantos días más pasaron sin hablar. Alba tenía muchas ganas de verla pero tampoco quería distraerla de sus exámenes, que según le había contado, llevaba un poquito mal. Esperó centrada en su trabajo a que llegara el momento y cuando lo encontró, se dejó llevar hacía la morena, eso sí, necesitó ayuda.

Natalia se despertó el domingo con mejor humor que el resto de la semana, era su día libre. Olvidaba durante 24 horas todo lo relacionado con la universidad, por lo que, tenía organizado todo el día con actividades. Había que aprovecharlo. Desayuno a manos de Santi, que había preparado la noche anterior un bizcocho de zanahoria y canela para chuparse los dedos. Mañaneo con Elena, yendo a una protectora de animales que frecuentaban. Comida con la Mari, tardeo en el cine junto a Jaus e Ici, su posterior cena y un litrito de Estrella Levante en su mítico parking con sillas plegables, viendo las estrellas y disfrutando de la brisa nocturna de mayo. Lo mejor del día para el final. Buscaba constelaciones y creaba otras nuevas riendo con sus amigos. 

Todo hablado y organizado para que el domingo cumpliera la tradición de ser su día favorito de la semana.

Los domingos siempre habían sido especiales. Eran cuando su padre traía churros y chocolate y se despertaba con su olor. Cuando Santi se llenaba la cara del líquido marron y jugaban a que era un mostruo, corriendo alrededor de los sofás. También cuando iba a la biblioteca a pasar la mañana en su hobby favorito, y cuando venían los abuelos a comer y le daban de extranjis un billetito de 5€ y la consiguiente frase mítica de su abuela para que sus padres no los regañaran por ese trapicheo, metételo en las tetas hija. Y la siguiente risa. ¿Pero qué tetas abuelas?

Cuando todos estaban en casa y veían películas Disney acurrucados en el sofá o cuando iban al retiro a volar cometas y pasear con las bicis. 

Cuando antes de dormir repasaba mentalmente la semana y le ponía una puntuación en su ranking mental. Definitivamente, el día del Sol daba para mucho y siempre era el más esperado en la vida de la morena.

Se levantó tras pensar todo esto y salió de su habitación en bragas, a mitad de la noche le había dado mucho calor y había sacado con los pies esa prensa inservible llamada pantalón de pijama. Ya llegaba la temporada de dormir en bragas.

Nada más abrir, mientras se frotaba los ojos, casi se pega la hostia del siglo. Había pisado algo y su pie se resbaló, con suerte pudo agarrarse al marco de la puerta. 

Una canica.

¿Qué hace una canica aquí?

Pero no solo había una, sino todo un camino de canicas.

Santi ya no sabe qué hacer con su vida, qué desoficiado este chiquillo de verdad.

Bajó las escaleras siguiendo el rumbo de las bolitas hasta llegar a la cocina y encontró allí una cajita idéntica a la del parque con las fotos, aunque esta vez, había un dos sobre su tapa.

La abrió pletórica sabiendo que eran noticias de la rubia.

La solete haciéndo su aparición estelar en su día. 

Una máquina de las metáforas mi niña.

Dentro tan sólo había un papel.

Blue Box Café. 

10:00h

P.D: Buenos días.

P.D 2: No desayunes.

P.D 3: Te iba a poner miguitas de pan como en Hansel y Gretel pero tenía miedo de llamar a las hormigas y que te diera un ataquito mañanero.

InannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora