55. Te quiero shei.

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Alba sintió que toda su sangre se coagulaba, no fluía, no seguía su ritmo normal. Cuando estás muy arriba y de repente te caes, la hostia suele ser importante. Los golpes duelen y ves pasar los últimos acontecimientos de tu vida buscando un culpable a esa pérdida de estabilidad, cuál fue la mala pisada que te hizo caer de la cuerda floja. Se le secó la garganta, sentía dolor al tragar y una sensación de vacío, propia del miedo, inundó todo su cuerpo. El culpable de todas sus pesadillas dentro y fuera de los sueños, de los días sin dormir, pero por contradictorio que suene, tampoco sin ver salir el sol. El que hizo que se vistiera con armadura, que le pesara cada célula de su cuerpo y que se cerrara por banda a disfrutar de la vida, de sus maravillosos momentos y de las magníficas personas que tenía a su alrededor. Lo miraba en shock, no viendo su reflejo, sino todo lo de atrás, cada momento pasado y sufrido por él y no con él, porque él no era acompañante, no era apoyo, no era dividir las cargas y multiplicar las alegrías. Era el perfecto antagonista de Natalia, lástima que su vida no fuera una película en la que el malo siempre termina mal y las protagonistas vivieran felices y comieran perdices. No supo ni qué decir ni qué hacer, y allí entre la multitud se sintió sola e indefensa en su castillo, todavía dentro de la armadura, sin ver a Natalia por ninguna parte y con la entrada forzosa de un individuo que no estaba invitado, acercándose cada vez más a ella.

-¿Qué pasa Alba, has escrito tanto en los libros que ya no tienes palabras para decirme?

No comprendía el tiempo, parecía que todo se había paralizado menos él, que cada vez estaba más cerca.

-Yo creo que al menos me deberías dar las gracias, ¿no? - se aproximaba con chulería, con una sonrisa macabra que enseñaba toda la fila de dientes. - Tú haciéndote famosa y "floreciendo" mientras yo me pudría en la cárcel, tu padre estaría muy orgulloso, ¿verdad?

Los ojos avellanas de Alba se volvieron completamente negros debido a la dilatación que estaba sufriendo su pupila, empezó a tener un sudor frío por todo el cuerpo y su respiración aumentó el ritmo de manera descontrolada. Víctor seguía avanzando, pudo ver cómo estiraba su brazo para tocarla.

-Pero habla mujer, ¿dónde te has dejado a la jirafita? Qué rápido nos aburrimos todos de ti. -soltaba las palabras como dardos envenenados, buscando dónde iba a doler más y apuntando con destreza. Alba sintió que el corazón se le paraba, una angustia horrible ascendía por dentro. No escuchaba nada más que un pitido ensordecedor, se le nubló la mente y su vista se llenó de tonos grises. El chico agarró con fuerza su mano temblorosa y helada, ligeramente húmeda y esta lo sintió como un calambrazo, los voltios necesarios para llenarse de valor y soltar su amarre, liberarse de algo que no merecía. Salió casi corriendo con fuerza y decisión al aseo, sin mirar a nada ni a nadie. Sin saber que Natalia estaba justo al lado y que había presenciado este último contacto.

La morena que llegaba ansiosa por el jueguecito de la rubia, pensando en las mil travesuras que podrían hacer ellas dos solas en apenas un metro cuadrado de baño, no se esperaba ver a Alba soltándose de lo que tenía pinta de ser, un baboso de manual. Un unga unga que se cree que todo el mundo quiere follar con él. Lo que más le preocupó fue la velocidad a la que su chica se había marchado, el ímpetu de su carrera, su tono blanquecino y sus grandes ojos abiertos. También el aire de gilipollas que desprendía el tipo, que ahora bromeaba con sus amigos, seguro fardando de que eso no era una derrota, que él la había dejado ir. Pasó por su lado a paso ligero, deseando llegar al lado de Alba, para comprobar por ella misma que su chica valiente estaba bien, pero antes no pudo marcharse sin echarle una mirada de asesina al chico y dejarle una advertencia digna de la mamá gallina defendiendo a sus pollitos.

-Cuidado con lo que haces chaval que me he quedado con tu cara. - y no quiso perder más el tiempo, como una reina siguió su camino, dejando atrás e ignorando aquello que no trae nada bueno.

InannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora