Esa noche la pasaron de una discoteca a otra hasta que acabaron en un chiringuito de playa tomándose cualquier cóctel que les pusieran y agarrándose entre ellas para no caerse. La cantidad de gente y el continuo ajetreo de los bailes las llevó a salirse sin pretenderlo del pelotón, llegando hasta una zona más apartada y solitaria con un par de casitas antiguas a la orilla de la playa.
-Tengo mucha calor Alba.- la morena se abanicaba la cara usando la parte de abajo de su camiseta mientras caminaban.
-¿Quieres que nos vayamos ya al hotel? - sacó el móvil con dificultad de su mini riñonera con brillantitos.- Madre mía Nat, ¿en qué momento son las cinco de la mañana?
-En el momento en el que nos lo pasamos bien nena.- la cogió de la mano y tiró de ella hasta que llegó a unas rocas para acto seguido comenzar a quitarse los zapatos y desvestirse con prisa hasta quedarse en ropa interior.
-¿Qué haces? - la observaba. Las cosas bonitas había que observarlas, aunque ya las hubieras visto muchas veces, nunca serían suficientes. Nunca demasiadas.
-Vamos a bañarnos rubia, porfa, concédeme este baño.- le pedía extendiendo su brazo, ofreciéndole su mano con los ojos brillosos y extremadamente grandes, con la misma ilusión y la sonrisa alargada de Agnes, la niñita de los minions. Le faltaba la coletita y un poco de ropa.
-¿Y cómo vamos a volver al hotel con toda la ropa mojada?
-Bañate desnuda y solucionamos el problema.- se acercó hasta pegar sus cuerpos, el suyo prácticamente desnudo, y mientras hablaba de una forma muy seductora le iba desabotonando, con parsimonia y casi sin que se percatara de ello, los primeros botones de su camisa. Alba solo podía pensar en la cercanía de sus labios por encima de los suyos, en lo que le gustaría tirar de ellos y apretar entre sus dientes.
-Igualmente mojaría la ropa cuando me la pusiera, listilla. - se acercó más a sus labios, rozándolos al hablar y sonriendo socarrona. Desvió la mirada a sus hombros. Siguió el escáner hasta las clavículas. Qué clavículas. La miraba con el deseo de bajar por su cuello dejando un rastro de pinceladas de saliva, cual caracolcita que era, sin prisa pero hasta llegar al sur.
-También puedes bañarte en ropa interior, luego no te la pones y listo. - le guiño un ojo al terminar la frase y con delicadeza, dejó caer la camisa por sus hombros y tiró de ella por las mangas para acercar su cuerpo hasta que sus barrigas se rozaran.
-La mojaría igual, no está el sol para secarme. - besó su nariz, colocándola entre sus labios para evitar la tentación de llevarlos a otro sitio e irrumpir la conversación.
-Está saliendo el sol - Natalia no quiso evitar nada, besó sus dulces labios sin pensárselo. No estaba la vida para perder semejantes oportunidades. - Aunque ya te digo yo que a mi me moja más que me seca.- todo lo que Alba había imaginado hacer, lo estaba viviendo ahora en su piel. La morena jugueteaba con su oreja, la besaba en cada lugar, mimando cada centímetro para que ninguno tuviera envidia, le respiraba por la nariz haciendo que lo húmedo quemara y que el aire elevara todos sus bellos, allá donde pasaba. Alba no tuvo más remedio que posar sus manos en sus costados para sujetarse y de ahí a comenzar a recorrerla, a acariciarla, no hubo ni dos segundos. El alcohol la ponía cachonda, pues sí, como a todos, pero Natalia Lacunza más aún.
La morena bajó sus manos hasta el botón del pantalón, dejándolas preparadas para actuar si ella lo quería y admirando los labios entreabiertos de su chica que boqueaba cual pececito, sonriendo ante aquello -¿Y entonces qué propone señorita Reche?
-Que a tomar por culo la ropa. - pasó sus manos por detrás de su cuello y la enganchó para besarla con ansias, con necesidad, haciendo que sonaran sus salivas, que se sintiera el vacío de sus labios al desencajarse para respirar para volverse a juntar como imanes, atraídos por una fuerza que no necesitaba de ciencia para entenderse.
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Inanna
RandomLa gran escritora sin cara deja sin palabras a 2.300.000 lectores." Periódico El País.