Cortos ToriTam

Realidad

¡ATENCIÓN!
Este capítulo tiene contenido sensible, favor no leer si no te gusta.

—Mmm... ¿Qué sabor te gustaría para tu helado? —Preguntó la chica de cabello color avellana.

—Ya sabes, amor; el de siempre. —Respondió la británica.

—Oh, entonces... Señor, queremos un helado sabor menta y otro sabor coco, por favor. —Pidió Tori, desde el otro lado del ventanal del carrito en el que un hombre de no más de cincuenta años vendía helado.

—En seguida, señoritas. —Respondió el hombre ante el pedido de la extranjera, mientras tomaba un cono de helado con una servilleta en su mano izquierda, y con su mano derecha servía la crema helada sabor menta.
A la vez, la noruega observaba de reojo a su pequeña, a su enamorada.

"Pero que bella es..." Pensaba, mientras que inconscientemente una sonrisa se formaba en su rostro, pudo haberla observado durante horas, pero la voz del hombre la sacó de esa espesa nube de pensamientos en la que estaba.

—Aquí están sus helados. —Comunicó aquel no tan viejo hombre de cabello gris y piel morena.

—¡Gracias! —Expresó Tamara con una sonrisa, recibiendo ambos manjares, por los cuales morían por poder deleitar sus respectivos sabores.

—Son tres dólares. —Declaró el señor que vendía, mientras enjuagaba el cucharón con el que sirvió los postres.
Tori, asintió y abrió su bolso con el objetivo de buscar el dinero para poder financiar el pago pendiente, durante ese tiempo Tamara disfrutaba del exquisito sabor a menta, y en agradecimiento plantó un beso en los labios de la noruega.
El hombre, cambió la expresión neutra de su rostro a penas vio aquel gesto de cariño frente su persona, frunció el ceño e hizo una mueca de asco. La nórdica al darse cuenta de esto, habló.

—¿Ocurre algo? —Le cuestionó al hombre que las acababa de atender, de forma simultánea extendía su brazo con el dinero correspondiente para poder sufragar la deuda de hace unos instantes.
El hombre calló, y recibió el dinero con un rostro que denotaba desagrado ante la presencia de la pareja.

—Uhm... Adiós... —Se despidió la chica de cabello castaño claro, tratando de ocultar su incomodidad; mientras sostenía la mano de su amada. Tori, arqueo una ceja y miró al hombre de pies a cabeza rápidamente. —Amor, ya vámonos. —Pidió Tamara. La más alta le dio la espalda al hombre y siguió su camino junto a su pareja.

—Podrías probar tu helado, no le has dado ni una sola lamida. —Recomendó la más baja, la mayor callaba. —¿Qué sucede? ¿Acaso es por el hombre de hace un rato? —Preguntó Tamara, observando a la nórdica.

—Me molestó. —Afirmó.

—Oh, vamos Tori. Con gente así lidiaremos siempre. —Respondió la británica, mientras degustaba.

—¿Siempre? —Tori centró su atención en Tamara. —¿Nos tenemos que acostumbrar a esto?

—Eh, no. —Contestó la chica de ojos negros. —Solo digo que no te quemes la cabeza recordando lo que el viejo ese hizo. Es mejor.
La mayor, finalmente se dignó a probar el helado.

—Está bueno... —Opinó la nórdica.

—¿Ves? ¿Qué te parece si nos sentamos en aquella banca? —Propuso Tamara.

La pareja se dirigió a una banca color café, la cual estaba bajo muchos árboles. Una suave brisa, les hacía recordar que el otoño estaba por llegar. Se avecinaba y el verano iba quedando atrás. Tamara observaba a su alrededor, habían niños, padres, perros con sus dueños, bailarines ensayando. Era un ambiente cálido, y la compañía de Tori lo volvía más cómodo aún.
La extrajera, observaba a su pareja. Al estar así de cerca, tenía la oportunidad de conocer y analizar cada detalle de su angelical rostro: su nariz derecha, sus perfiladas cejas, sus rosados labios, sus finas y elegantes pestañas, su fino cabello y sus ojos... Sus hermosos ojos.
Aquellos ojos negros en los que podías ver reflejado el mismo espacio, con cada una de sus galaxias y cada una de sus estrellas.
Aquellos ojos que después de tanto, la miran con amor y deseo.
Muchas personas la juzgan por tan peculiar característica, a Tori la vuelve loca.
¿Qué más podía pedir?