CATORCE

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Era en los días soleados cuando más añoraba su presencia. Siempre pensó en él como el sol, como el centro de todo, hasta de ella misma. ¡Dioses, cuanto lo quería!

Amaba sus manos, sus intensos ojos oscuros, sus lindas facciones.

Lo admiraba como si fuera una escultura de marfil o de piedra, la más perfecta creación, la más compleja.

Intentaba entenderlo, comprender sus acciones.

¿Por qué cada vez que ella lo miraba, sus manos se movían inquietas? Sus mejillas tomaban un suave color rojizo, bajaba la mirada asustado. «¿Por qué Jonah, por qué tienes tanto miedo?» pensaba ella con frecuencia. «¿Miedo de qué? ¿Miedo de querer? ¿De sentirte querido?» Pero si amar es tan magnífico.»

Ese calor abrumador que se impregnaba en el pecho y se quedaba allí ardiendo, era lo que más adoraba sentir. Tal vez Jonah tenía miedo de quemarse, de fundirse hasta no ser nada. Ella le enseñaría que no debía temer, ella evitaría que se consumiera.

Sin embargo, aún no se daba cuenta de que en su interior una exorbitante llama comenzaba a crecer, un fervor que Jonah no sería capaz de controlar. Y por más que intentara evitarlo, llegaría un punto en el que acabaría con todo a su paso, dejando fragmentos de llanto y cenizas de cariño.

Al final del día, Delilah siempre sería fuego y no podía hacer nada para cambiarlo.

CÓMO CONSEGUÍ OLVIDARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora