Fantasmas azules [15]

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Escucho música a volúmenes altísimos y espero tranquilo la devastación: mis tímpanos empiezan a imitar ríos sanguinolentos

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Escucho música a volúmenes altísimos y espero tranquilo la devastación: mis tímpanos empiezan a imitar ríos sanguinolentos. Me hacen pensar en los sacrificios humanos en el mundo prehispánico; mi sangre es la sangre de aquellos a quienes les descuajaron el corazón para después arrojar sus cuerpos por las escalinatas del templo. Si yo fuera un músico importante alguien recogería la sangre de mis oídos y la ofrecería a los dioses.

A la mañana siguiente me cuesta abrir los ojos; mi visión está borrosa. Creo ver las caras de mamá y papá frente a mí, o al menos una imitación de ellas.

—Te has desmayado —dice alguno de los dos.

Estoy aturdido, algo mareado. Creo que ha sido papá quien ha hablado, pues la voz de mamá no sonaría tan considerada en una situación como esta.

—Gracias al internet pudimos abrir la puerta. —Ahora no me queda duda de que es papá quien está hablando.

En cuanto tomo un baño me arrastran con el Otorrinolaringólogo. Mamá maneja como si estuvieran a punto de llevarme a una correccional o a dejarme frente a la puerta de un orfanatorio. Al final sí llegamos a la cita y casi me siento aliviado.

Al otorrinolaringólogo le llaman Dr. Leona. No es su nombre, es su apellido y tiene un bigote canoso demasiado espeso. Me hace preguntas y me inspecciona con su endoscopio para concluir —después de algunos minutos— que necesitaré una cirugía "de ser posible pronto, para evitar infecciones en el oído medio". Tímpanos perforados, confirma, uno más grave que el otro. Uno se curará con antibióticos y un parche, el otro ocupa la cirugía, declara con su voz de medico mientras sus labios luchan por hacerse paso entre ese bigote selvático. ¿Cuándo?, pregunta mamá como si fuera el drama del siglo. El Dr. Leona me entrega unas recetas y unos papeles con la fecha, mamá es quien los toma.

Despabilo cuando llegamos a casa. Percibo una vibración pesada a mi alrededor, en automático mis piernas se acercan hasta donde están los papeles del Dr. Leona. Mamá me mira extrañada cuando los tomo de su bolso, pero no dice nada. La fecha. La fecha. La fecha. De pronto siento que es Cerati o Bunbury o Saúl Hernández o los tres juntos haciendo ese coro en mi cerebro: la fecha, la fecha, la fecha lafechalafechalafecha.

—La fecha de la cirugía es dos días antes del concurso de bandas —digo en voz alta.

—Ya sé lo que estás pensando —responde mamá enseguida—. Lo que sea que estés planeando hacer créeme que solo empeorará tus tímpanos.

—No estoy planeando nada, mamá.



—Si llego a escuchar música (en el más mínimo volumen) mis oídos zumban, y cada vez que mis oídos zumban, tengo nauseas.

—¿Y escuchas bien?

—A veces me pierdo de algunas cosas, pero no es nada grave. Digo, no es como que me vaya a quedar sordo.

Hijos de SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora