Capítulo 6 📚 Espuma

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Espuma


Estoy sentada en la mesa engullendo un buen cuenco de cereales con Papillon en la mano. Es el libro que he elegido para el primer informe que debo entregarle a JP en un mes.

Aunque sé que puedo leer un libro en menos de dos semanas, debo empezar ahora porque no sé qué tantos trabajos me asignarán en la universidad en adelante, así que quiero aprovechar el tiempo.

-¿Es un libro sobre mariposas? – pregunta Tomás frente a mí.

Yo bajo el libro.

Los enormes ojos castaños de Tomás brillan mientras bebe su cereal de aros coloridos.

-No – le sonrío -. Trata de un hombre al que han juzgado por algo malo que no hizo y él intenta escapar sin darse por vencido.

Tomás asiente.

-¿Y por qué no sólo dice que es inocente para que lo dejen libre? – Tomás alza una de sus manos y me señala con un dedo pequeño y regordete – Tú hiciste eso cuando la policía te llevó y luego pudiste venir a casa con nosotros.

Mamá está lavando la cocina y el ruido que hace con los platos se detiene de repente al escucharnos.

Yo siempre había sido una chica tranquila que disfrutaba pasar el tiempo con su familia. Sin embargo, cuando conocí a Rafael y nos hicimos novios, sólo quería estar con él y descuidé bastante mis responsabilidades en el colegio.

Me torné grosera y déspota con mis padres.

Solía llevar a Tomás al parque todos los jueves para jugar y hubo una vez en la que elegí salir con Rafael en lugar de llevarlo.

Por todo eso, mamá estaba más que cansada del efecto que estaba teniendo mi relación con Rafael. Me advirtió una y otra vez que él era igual a su padre y que mi vida se estaba convirtiendo en una extensión de la suya, que no me haría ningún bien estar con él. Yo le dije que no se entrometiera y le grité que el hecho de que Ismael hubiera sido un imbécil con ella no quería decir que su hijo lo fuera a ser conmigo.

Jamás se borrará de mi mente su expresión cuando ella y papá llegaron, alertados por la policía, y me encontraron hecha un ovillo en estado de shock con la fábrica incendiándose a mis espaldas.

Papá me abrazó hasta que poco a poco comencé a recobrar la calma y recordé en dónde estaba.

Mamá se quedó de pie, a unos pasos de nosotros. Su expresión era vacía y me miraba con los ojos cargados de frialdad, como si estuviera mirando a una extraña.

Nunca olvidaré esa mirada.

En ese momento, supe que ambas estábamos recordando ese incidente y a pesar de que su mirada era severa, siento una alegría inmensa de que no haya vuelto a mirarme de aquella forma.

-Tomás – dice mientras se seca las manos -. Ve por tus cosas. Yo te llevaré a la escuela hoy.

Él hace un gesto de extrañeza pero encoge los hombros y sale corriendo.

El tono de mamá me advierte que algo anda mal.

Oigo el taconeo de sus zapatos cuando avanza hacia la mesa.

-¿Cómo estuvo tu día ayer? – pregunta con aire casual.

Yo la miro con suspicacia.

-Muy bien, ¿a qué viene la pregunta?

-¿Nada fuera de lo común que quieras contarme, Fernanda? – sondea.

-Sé directa, mamá – suelto algo exasperada -. Dime de una vez lo que ocurre.

Mi Ave Fénix, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora