Capítulo 10 📚 El cumpleaños de Luca

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El cumpleaños de Luca


Estoy frente al espejo poniéndome un poco de rímel y algo de rubor, nada demasiado exagerado. Como es una ocasión especial, elegí usar un vestido púrpura de tirantes, con una blusa blanca de mangas largas debajo y mis vans negros. El vestido apenas me llega un poco más arriba de la rodilla, pero casi me siento desnuda. Es lo más atrevido que me he puesto en más de un año.

Son las nueve de la noche y Luca me dijo que estuviera en su casa a las ocho, así que voy tarde, como siempre.

-¡Fernanda! – grita mamá afuera de mi habitación - ¿Ya estás lista? No voy a estar a tu disposición toda la noche.

Ella misma se ofreció a llevarme, o mejor dicho, anunció que sería ella quien me llevaría ya que no permitiría que tomara un taxi a esa hora de la noche. La casa de Luca quedaba a más de dos kilómetros, en las afueras del pueblo.

Cuando le dije a mamá que lo más probable era que la fiesta terminara tarde y que yo dormiría en la casa de Luca, ella insistió en que podía ir a recogerme a cualquier hora.

Yo me negué rotundamente porque sabía que si accedía, no pegaría el ojo esperando a que yo la llamara y estaría enviándome mensajes cada treinta minutos. Discutimos un poco, pero al final tuvo que aceptarlo. Tengo veintidós años y sabe que no puede prohibirme salir.

Para ser exactos, Luca cumplió años ayer, pero decidió hacer su fiesta hoy porque mañana es sábado y según ella, no tendremos que preocuparnos por despertarnos temprano e ir a clases.

Mamá irrumpe por la puerta.

-Ya estoy lista...

-Me puedes explicar qué carajos hace Mariana Cifuentes afuera de nuestra casa – espeta.

Yo la miro durante un instante, sin comprender.

-¿Mariana?

La expresión de mamá es feroz cuando asiente, parece que le va a salir humo por los oídos.

Yo voy hasta la pequeña ventana de mi cuarto y descorro las cortinas.

Tal y como dice, Mariana Cifuentes está recostada contra su Ford azul a unos cuantos pasos de la casa. Estacionó bajo la sombra de un árbol para que las luces nocturnas no la iluminaran de pleno, pero yo la reconozco enseguida.

-Iré a ver qué quiere – digo.

Tomo mi celular, un abrigo del armario y la carpeta oscura que está sobre la mesa antes de salir de mi habitación. Tengo la sospecha de que no tendré oportunidad de volver.

Aunque mi mamá no dice nada, me sigue en silencio por toda la casa y puedo sentir toda su hostilidad, que no tiene nada que envidiarle a la de los asesinos en serie.

Abro la puerta y camino hacia Mariana.

Ella se endereza y noto que se tensa a medida que me acerco.

Lleva un vestido plateado brillante bastante corto que resalta la palidez de su piel. Sus hombros están cubiertos con un sencillo chal gris y lleva tacones, por supuesto. Luce bellísima.

Luca se va a quedar de una pieza cuando la vea, pienso. En especial porque yo ya le había dicho que ella no iba a ir.

Sé por qué ha venido pero finjo inocencia.

-Hola, Mariana ¿Qué haces aquí?

Mariana se pasa una mano por su largo cabello castaño y tuerce un poco el gesto antes de contestar.

Mi Ave Fénix, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora