Capítulo 13 📚 El radar lésbico

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El radar lésbico


Meléndez gruñe y se limita a asentir con hosquedad en cuanto termina de leer el trabajo y yo salgo corriendo del salón literalmente porque temo que se arrepienta y me diga que debo corregir algo más.

-¡No olvide la presentación para la próxima clase! – grita cuando voy en la puerta.

Mis hombros se relajan ostensiblemente mientras bajo las escaleras y camino hacia el estacionamiento. Me siento feliz sólo porque Meléndez al fin aceptó el trabajo y aunque sé que va a asignarme al menos otros dos, es un terreno que voy ganando. En cualquier momento, acabará el semestre y ya no tendré que verlo más.

Sin embargo, cuando llego al estacionamiento, encaro otro problema y mi triunfo efímero se lo lleva el viento.

Llego justo cuando Camilo se despide de Luca de un beso en la mejilla. No puedo creer que ella le siga hablando después de lo que pasó en el Coffee House.

Camilo me mira una sola vez, pero con eso me basta. Hay tanta frialdad y repulsión en sus ojos que dudo si alguna vez ha mirado a alguien de ese modo en su vida.

No lo creo.

Y no me importa, o al menos trato de convencerme a mí misma de eso.

Camilo se sube a su volvo negro rápidamente, da un portazo y sale disparado del estacionamiento, casi justo como las caricaturas cuando los personajes tienen prisa y dejan sólo el humo.

Hace más de diez días que ocurrió lo de la malteada en el Coffee House y desde entonces, no he hablado con él. No hace falta. Tenemos que tolerarnos durante recreación deportiva y nociones éticas, pero los dos somos más que cuidadosos para evitar acercarnos al salir o entrar a los salones. No obstante, no puedo andar con una venda en los ojos que me impida verlo conversar en los pasillos y en la cafetería con las estudiantes engreídas y bien vestidas de periodismo. Se me retorcieron las entrañas y casi hago muecas de fastidio cuando escuché que una de ellas lo llamaba "Cam" y le deslizaba una mano por el pecho de manera casual mientras yo hacía fila para comprar un refresco el miércoles pasado.

-Hola, Ruiz.

Escucho la voz de Luca cuando me inclino para soltar mi bicicleta de las anillas metálicas.

-Hola, Luca – contesto sin girarme.

-Necesito que hablemos durante un momento.

Yo me levanto y la miro, sosteniendo la bici con una mano.

-Sí, dime.

Luca sacude la cabeza.

-En realidad no soy yo quien quiere hablar contigo – confiesa -. Debes venir conmigo.

Hago un esfuerzo por hablarle a Luca con serenidad porque no quiero volver a discutir con ella.

-Me queda muy claro que sigues estando del lado de Camilo, Luca – siseo -. No te puedo pedir que dejes de verlo porque eres libre de hacer lo que tú quieras, pero si vuelves a interceder por ese idiota ante mí, no me va a quedar más remedio que terminar nuestra amistad.

Luca vio todo lo que ocurrió porque estaba en el Coffee House con Mariana y otras diez personas más o menos.

Creí que sería yo quien se marcharía luego de vaciarle la malteada encima a Camilo, pero no fue así. Un nudo se hizo en mi garganta y me quedé petrificada junto a la mesa. Él por su parte, tomó un par de servilletas, se limpió el rostro y sin voltear a verme una sola vez, se marchó de la cafetería sin decir una palabra.

Mi Ave Fénix, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora