Capítulo 14

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Se siente bien tocarse entre ambos, más que bien para ellos es un término poco, cuando por sus venas corre la dinamita, apresurándose a llegar a cada terminación nerviosa, los poros respiran algo más allá que lujuria, excitación y placer, es plenitud, es cariño, es amor.

Cherise tira de su cabello, se retuerce sobre su regazo, encorva la espalda ofreciéndole más de sus pequeños pechos, al tiempo de que ella misma baja la cremallera del pantalón de Georgios.

Si bien, él no es el primer chico con el que se ha tocado, es diferente, se siente más libre, más en confianza, con una tranquilidad absoluta y un frescor como ardor en sus células.

El primer pezón al mínimo roce de su lengua se dispara, volviéndose dos piedrecillas duras, sensibles.

No es un chico experimentado, por menos, nunca tuvo una novia, Cherise es todo el contacto femenino e íntimo que él ha tenido, más allá de un saludo.

Su nula experiencia no le impide desarrollar su orática en cuanto a lo que están haciendo.

Succiona de su pecho, su instinto lo lleva a moderar un poco, suave, lame y volver a principio que es succionar.

Su otra mano se ocupa de darle la misma atención, solo que es usando sus dedos, pellizcando suave, moviendo su pulgar en círculos, arrastrando desde arriba y abajo.

La había tocado solo minutos antes en su entrepierna, se sintió bien, sólo que no desea apresurarla, abrumarla.

Despega sus labios, alza el mentón y la encuentra aún con los ojos cerrados.

Recorre desde la base de su pecho, hasta el inicio de sus labios un camino de besos húmedos.

Es apresado por la boca carnosa y exigente de Cherise, ambos respiran de manera pesada, sintiendo fuego en sus venas.

Cherise profundiza el ataque de sus labios, Georgios no se queda atrás, sostiene sus hombros y su gran cabellera roja.

Apartando solo en el momento que toma una dirección hacia su cuello.

La leve barba que lleva Georgios, le provoca un suave escozor, un picante llamativo, que agrega más pasión al momento.

Sin ser tan tímido esta vez, vuelve a tomar su otro pecho, el cual no había provado.

De primero solo se encarga de besarlo y disfrutar como se eriza y se yergue, para a continuación tan lento como una tortuga pasar su lengua, suave, paso a paso, probando esa delicada y rosada piedrecita.

—Dios, Geor...—echa su cabeza hacia atrás.

Fuera se escucha un trueno, no disfrutan ya de la clara luz del sol.

En Grecia el clima es variante, la mayor parte es de frío.

La fría brisa de una inevitable lluvia estremece a ambos que solo hacen abrazarse más, volviendo a unir sus bocas.

—Va a llover y estamos alejados de nuestras casas —murmura Cherise.

El pelinegro, rueda con ella, dejándola bajo su cuerpo.

Trata de que no note su excitación, imposible, ella lo aprieta con ambas piernas entorno a sus caderas.

—Traje suficiente comida —Georgios besa sus parpados, su nariz, sus cejas, sus mejillas.

Cherise suspira bajo su contacto.

—Soy tragona, eh —bromea dándole libertad de nuevo por su cuello.

Georgios detiene su aliento sobre la oreja de ella.

—Me he dado cuenta.

Recibe un leve golpecito.

Por siempre mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora