Capítulo 31

1.3K 166 66
                                    

La felicidad y la emoción que alberga en su pecho son enormes, sin algún límite de crecimiento. Se siente dichosa, afortunada, realizada en cierto sentido.

En este instante se niega a pensar en todo lo malo que le está sucediendo solo se limita a pensar en lo que dentro de ella crece; un bebé, su bebé, suyo y de Georgios, de nadie más, no importan las circunstancias en las que se ha enterado, solo importa esa criatura.

Emocionada derrama lágrima tras lágrima, sus manos aún alrededor de su vientre, dentro de su auto, un lugar que tiene tanto de su padre.

Embobada pasa una y otra vez sus dedos con pereza sobre su abdomen aun plano.

—He de tener aproximadamente dos meses —comenta en medio de una gran sonrisa, sus ojos sin vida han recobrado el brillo que los caracteriza —, pero no siento nada aún.

Zoé la acompaña en su risa y euforia, la prueba en la palma de su amiga.

—Está muy pequeño aun, amiga —le recuerda con consciencia —. No comas ansias.

Cherise recuesta la cabeza en el asiento del auto, un suspiro soñador escapa de entre sus labios, creyó estar muerta en vida, ahora está más viva que nunca.

—¿Cómo serán sus manitas, sus pies, su carita? —indaga soñadora, en su cara se va dibujando la imagen más preciosa del mundo —. ¿Dormirá boca abajo como su padre o de lado en posición fetal como me gusta? Aunque a Geor y a mí nos encanta dormir en posición fetal.

—Cherise...

—Creo que puede que le guste mucho las plantas y prefiera comer muchos vegetales como Geor —poco a poco la realidad de saberlo lejos, que no esté a su lado en este momento tan mágico para dos, regresa, Georgios sería tan feliz al enterarse —. Muchas veces tuvimos esta conversación...

—Amiga...—trata de detenerla Zoé, el llanto doloroso acompaña a cada una de sus palabras —. Para, Cherise.

—Tendríamos tres o cuatro hijos —prosigue recordando esas noches de desvelos y planes a futuro —, si podíamos también adoptaríamos a un bebé africano, ¿Por qué no está aquí ahora, Zoé?

Ella sabe la respuesta, solo que retener el dolor que ha vivido sola durante todos estos días, es implacable, la detuvo lo más que puede, Bemus no necesita de una hermana llorona, las convulsiones agresivas de aquel día le dejaron una que otra secuela, por eso prefiere encerrarse, no salir, en medio de sus cosas, de las camisetas de Georgios, vive un mundo de solo fantasías, esas que día a día aminoran un tanto su dolor.

—Le hace daño al bebé —la rodea Zoé —. Piensa en esa hermosa criatura que no necesita de su madre sufriendo, sólo necesita mucho amor y felicidad.

—En la casa lo menos que hay es eso —rememora llorando aun —. Estoy atada a ese maldito lugar, la vida de mi hermano depende de mí.

Zoé maldice una vez más, Konstantino es la persona más repugnante que ha conocido en toda su vida.

—De una u otra forma, debes decírselo a Georgios, Cherise —aconseja con conciencia —. Es su derecho como padre.

La memoria de Cherise viaja a solo dos meses atrás, sus crueles palabras siguen ahí, torturándola, su rechazo, el asco que deslumbró en sus orbes azules como un cielo oscuro.

—No va a creerme —musita llorosa —. Para Georgios yo me acostaba con los dos a la vez —menciona, un aguijonazo trapaza su corazón con fuerzas —. No lo saqué de su error, Konstantino le haría daño si le decía la verdad, preferí que se fuera, que verlo mal por mi culpa.

Los ojos oscuros de Zoé brillan con odio retenido.

—¡Maldita lacra! —brama furiosa. Toma una bocanada de aire para relajarse —. De todas formas, tiene derecho a saber, tu solo cumple con decírselo, ya será su decisión de creerte o no.

Por siempre mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora