Capítulo 36

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El debate de esta licitación es delicado, una licitación en términos empresariales es el proceso reglado mediante el cual una organización da a conocer públicamente una necesidad, solicita ofertas que la satisfagan, evalúa estas ofertas y selecciona una de ellas. En este caso el estado griego solicita una licitación por una gran estera de tierra, poblada de árboles, al tratarse de un pilar tan importante en el ambiente como los árboles, recibirán las propuestas de los interesados en obtener las tierras por una gran cifra de dinero, basando como principio el bienestar ecológico del planeta y al final de una larga espera de más de dos horas, se elegirá el afortunado para adueñarse de esos terrenos, comprometiéndose antes a su cuidado y que las actividades realizadas en él, no afecten a los cuidados.

En ese ámbito tanto Georgios como su esposa Elena, son los que mayor conocimiento tienen, sin embargo, la presencia de Konstantino es segura y destila en el brillo azul de sus ojos que esa licitación la gana él porque la gana.

Subestima al que considera en la sala su mayor rival, para Konstantino acabar con la seguridad que aparenta su enemigo de años, es lo primordial. Llegó como un rey pobre, sin corona, vistiendo un traje caro que ha saber de dónde lo ha sacado o que cuanto se haya endeudado de su pobre vida para ello.

Le ha sorprendido su llegada, luego de haberlo hecho pedazos en el pasado con siete años atrás, es una total sorpresa su presencia, ahora reemplazando esa emoción, por la competencia, la gallardía de verlo nuevamente acabado.

Aunque ya tiene la victoria, a su lado lleva del brazo a la mujer con la que soñó, se la arrebató, disfrutando cada momento de su caída, cada paso de su plan, cada hilo en el tejar, todos se aglomeraron a sus planes como peones, rindiéndose ante el rey.

Están vez no será lo contrario, además de que nada le vale que regrese y así sea con una hermosa mujer del brazo llamándola su esposa, estará acabado, disfrutará destruirlo de nuevo, solo por el mero hecho que no obedeció sus designios, jamás debió volver.

Sujetando con firme el brazo de Cherise, tira de la silla de su esposa, rodeándole los hombros, acunándole la cara, besa sutilmente los labios de Cherise, que lo mira sin pestañear ante la conmoción que la azora.

—Si derramas una lágrima más, esposa mía, no me haré responsable de mis actos —menciona, dejando caer la frente sobre la de Cherise.

Temblorosa por el rumbo de sus pensamientos, se limita a callar.

Está muy asustada, temerosa de lo que ahora en adelante pueda suceder y más que eso, tiene el corazón partido en dos mitades, no creyó al principio que en verdad se iba a casar como escuchó de los labios de Zoé y no hacerlo, ha sido un error que le ha costado caro, si solo lo hubiera aceptado desde el principio, habría estado preparado para lo que hace solo minutos escuchó.

La voz que informa sobre las reglas de la licitación, descripciones, pagos, condiciones...suena lejos, hay un pitido en sus oídos.

Planearon casarse tantas veces, tener hijos, una bonita casa rodeada de naturaleza, algunos dos perros que fueran parte de su hogar, y hoy, hoy en día solo quedan los recuerdos, ambos están casados, él odiándola, ella amándola, teniendo una hija que llama padre a quién no ha puesto nada en ella y que inevitablemente es tan parecida a su padre biológico si la observas con detenimiento.

Hoy está asustada de lo que el amor de su vida pueda llegar a hacer.

Experta no es en leer miradas, no obstante, Georgios al verla fue tan transparente, odio, rencor, venganza y resentimiento, convertidos en hielo y sin una pizca de reconocimiento hacia ella, hizo de cuenta que no existe, solo tiene ojos para sus esposa y duele, duele saber que ya no es el mismo, que no puede soñar en decirle la verdad.

Por siempre mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora