12 de Diciembre

259 18 6
                                    

9 A.M.

¡Ah! ¡Qué bien! Hoy tengo el día completamente libre, y la verdad es que lo necesito porque tengo contar un montón de cosas... Para empezar, tengo al Proyecto Saralyn muy retrasado (¿a qué suena bien?). Tengo que avanzar un día de estos, pero es que es tan creída... No te digo más, que sin ir más lejos, el otro día me dijo que yo debería sentirme agradecida de que me dirigiese la palabra. Entonces, muy acalorada le contesté:

-O tal vez deberías ser tú la que debería sentirse sorprendida de que yo la mirara siquiera a los ojos.

Después des esto, cogí mi bolso, dejé el dinero de la cuenta encima de la mesa y, dignamente, salí del local. Vale, quizás y solo quizás, se me rompió el tacón y metí la mano en la sopa ardiendo que un camarero llevaba a otra mesa. Y tal vez me caí encima suyo. Es posible incluso que se me rompiese el pantalón por detrás. Y en el hipotético caso de que esto hubiera pasado, ¿a qué no es tan grave? No, ya lo sé. Es algo que le puede pasar a cualquiera. También he discutido con Naia... Todo ha sido por culpa de Charlotte. Estaba en mi habitación hablando con Naia y ha aparecido esa criatura del demonio diciendo:

-¡Naia! ¿Qué haces aquí? Siempre dices que te aburre estar con ésta.

-Em... Bueno, la pobre ha puesto tanto empeño en que viniera, que me ha dado un poco de pena dejarla sola.

-¡Naia! ¿Cómo puedes decirme esto? ¿No eres mi amiga? ¡No deberías hablarle de mi a Charlotte, y menos para quejarte!

-No te enfades, mujer. Naia es muy sensible y no quería hacerte daño. Deberías estarle agradecida.

-¿Sabéis qué? Os voy a echar a las dos de mi habitación. Oh, vaya si lo voy a hacer.

Ninguna de las dos ha puesto resistencia en irse, y, a excepción de un pequño intento de Naia de pedirme perdón cuando Charlotte no estaba mirando, no han osado disculparse. Estoy muy disgustada. Luego he ido a hablar con Oscar, pero últimamente está muy ocupado y solo ha acertado a decirme que no me preocupe. Muy adecuado, Oscar. Que no me preocupe. Dios, ya no sé en que mundo vivimos... Será mejor que vaya a dar una vuelta, a ver si alguno de los otros licántropos tiene un mínimo de compeñerismo. Lo dudo.

11 P.M.

¡Me ha pasado algo realmente increíble! Despues del mediodía, estaba aún más deprimida que antes y he pensado que me iría bien dar una vuelta por ahí. Me he puesto unos pantalones tejanos, un polo Lacoste y una cazadora de cuero (siempre hay que ir bien vestido; donde y cuando sea) y he salido de la Casa. He estado un buen rato mirando escaparates de Gucci, Chanel y todos estos rollos y luego me he sentado en un banco a admirar a los turistas europeos. Qué guapos son. Bueno, cuando ya era demasiado tarde para que ningún chico mono pasara por la calle, he empezado a mirar a mi alrededor por si se me ocurría algo que hacer y mis ojos han ido a posarse sobre el bosque Gloucester. Pensando que sería divertido buscar koalas o canguros, he decidido ir hacia allá. Estaba más lejos de lo que pensaba, pero la verdad es que me mantengo en buena forma y no me he cansado demasiado yendo a pie. Finalmente he llegado y, feliz por tener contacto con la naturaleza después de tantos años sin prestarle atención, he entrado. He pasado mucho rato maravillándome de lo verdes que son los árboles y la hierba, pero con tanto andar, me ha entrado muchísima hambre. Siento un poco de remordimiento al recordarlo, porque tener hambre después de solo dos o tres días de haber comido es cosa de principiantes, pero lo cierto es que estaba famélica. No he visto problema en comerme algún pequeño animalillo como tentempié así que he empezado a trepar a los árboles para zamparme alguna ardillita (madre mía, ahora que lo pienso, me he vuelto tremendamente poco escrupulosa). El problema ha sido que las ardillas son algo más listas que los pardillos que acostumbramos a engañar y no he conseguido cazar ninguna. Es más, me he caído de lo alto de la copa de un árbol. Entonces, no sé porqué, me he acordado de ese sueño que tuve en el que estaba en el bosque y algo venía a matarme. Mientras lo recordaba, he oído un ruido y me he asustado mucho. He echado a correr entre la maleza y he llegado a un pequeño claro. Ahí, entre las hierbas, he visto algo de incomparable belleza. Luminoso, puro, mágico. Creo, creo que he visto un ángel de verdad. Brillaba como la luna y sus facciones eran suaves como una nube. Pero parecía triste y dolorido. De repente, no tengo ni idea del motivo, he sentido que debía irme, que no tendría que estar aquí. Y otra vez he echado a correr entre el bosque, sin pausa. Ni siquiera cuando he salido de él y estaba por las calles iluminadas por las farolas he parado de correr. Ni cuando he entrado en la Casa y todo el mundo me ha mirado divertido. Solo cuando la puerta de mi habitación se ha cerrado detrás de mi y he tenido el bolígrafo en mi mano y mi diario en mi mesa he parado de correr. Pero eso sí, en ningún momento he podido dejar de recordar la visión de tan magnífica belleza. Creo que nunca más podré pensar que alguien terrestre es guapo. No después de ver a un ángel. Creo que ya he dicho todo lo que tenía que decir y me voy a meter en la cama. Espero soñar con lo que ha pasado esta tarde. Además, no se lo pienso decir a nadie. Será mi secreto.

Caperucita FerozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora