II

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 AUDREY.

Audrey Pevensie abandonó la tercera cabina del cuarto de baño de las chicas y caminó sobre sus botines caros hasta situarse enfrente del espejo, en el cuál se miró mientras colocaba su pelo oscuro, una bonita media melena que mimaba constantemente, en su perfecto lugar. Relamió sus labios, rojizos y algo hinchados por lo que acababa de ocurrir y alisó los pliegues de su corta falda para así asegurarse de que nada estaba fuera de sus sitio.

Junto a su reflejo, un apuesto chico de torso atlético, abotonaba su camisa arrugada y miraba a los ojos a nuestra Aud, con una sonrisa de lo más traviesa esbozada en las comisuras de su boca. Ella se la devolvió, no obstante, no se entretuvo mucho más, pues Audrey, no se andaba con rodeos. Ella quería acción, la conseguía, y volvía inmediatamente a la caza. Y siempre, siempre, la conseguía.

Tras besar con ganas y durante unos largos instantes a aquel guapo estudiante, otro de tantos que irremediablemente había caído en sus garras, abandonó el aseo con andares de supermodelo y con su feroz apetito sexual satisfecho.

Al menos de momento.

Pevensie se dirigió a su taquilla sin mucho interés, ya que, al fin y al cabo, era a clase donde se dirigía. Justo allí, fue donde se encontró con la única persona que realmente le importaba más que ella misma, Callie Jacob.

Callie era todo lo contrario a Audrey. Mientras que la primera era una chica con los pies en la tierra y de aparente dulzura, aunque sólo demostraba ese rasgo con su amiga, la segunda y más mayor, era una auténtica zorra, con todo el sentido de la palabra. Audrey, no obstante, parecía sentirse bien con su modo de comportarse ante el mundo. Esa era su mejor arma. Pero también su mayor defecto, pues, simplemente, no siempre podía sentirse bien actuando siempre de aquel modo. Pero eso nadie, absolutamente nadie, sabía de aquella pequeña inseguridad.

Esa era otra: una vez que creías conocer a Audrey, te sorprendía teniendo doble fondo.

— No te he visto en francés — comentó Callie sin más, mientras observaba a la otra abrir la taquilla — ¿Dónde estabas?

Aud se limitó a sonreír y a pintar sus labios ayudándose del espejo de su taquilla. Color rojo vivo, del todo pasional, acorde con la personalidad de la morena.

— Fred Maxwell, querida Callie — respondió ella sin más, guardando la barra de labios nuevamente en su sitio.

Callie rodó los ojos. Audrey por su parte, se hizo con el voluminoso libro de historia, que era un auténtico suplicio en peso y, con la otra mano, cogió por el brazo a su amiga. Ambas caminaron bajo miradas de envidia, alguna que otra de adoración y bastantes lujuriosas.

Era lo normal en la vida de Audrey Pevensie.

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No fue hasta dos horas después cuando Audrey se sintió liberada. Por poco tiempo, puesto que la hora del almuerzo no era lo que se decía, suficientemente larga. No obstante, había que aprovecharla lo máximo posible. Desgraciadamente, Callie no saldría a esa hora porque pensaba quedarse estudiando en la biblioteca, al fin y al cabo, los temidos exámenes de Diciembre, estaban cerca. Y, a diferencia de Aud, su amiga si era delas que aprovechaban el tiempo e intentaban dar lo mejor de sí mismas.

Así que ella, aún fastidiada al estar sola en el comedor, consideró seriamente hacer pellas. Sin embargo no le salió tan bien la jugada.

En el aparcamiento, aparte de alumnos que decidían tomarse su hora de almuerzo allí, donde el sol brillaba más a esas alturas del año, pasaba algo. Vio a algunas compañeras por el lugar, a las que saludó con un gesto de cabeza: Natalie Haislett, la cual estaba con una rubia a la que no había visto nunca, Audrey supuso que, definitivamente, era nueva en el Upper East Side. Aud sólo esperaba que la nueva alumna no diese muchos problemas, suficiente tenía ella con la cantidad exuberante de zorras –ella la primera-, que ya conocía en el instituto; Cassandra Scott. Lo suyo era puramente por quedar bien, además, era mejor llevarse bien con una cotilla semejante; también saludó a Charlotte Winters, con la cual convenía también llevarse bien; y a alguna que otra más. Puro falserío con el que quedar bien, por supuesto.

ReputationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora