Capítulo 8

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La noche paso sin mayores dificultades para todos los habitantes de las Tierras de Tristeín, el Sol se alzaba en el horizonte y esto era una clara señal para que todos tomarán la iniciativa y comenzarán sus actividades diarias;

Hablando de eso, justo en un pueblo de tamaño considerable. La mañana daba comienzó con visitantes que llegaban a sus fronteras; entrando y saliendo.
Demostrándonos porqué era uno de los mejores pueblos comerciales de la región, y sus habitantes lo hacían relucír, tratando de llamar la atención de cualquier posible cliente, con esto siendo más recurrente en la entrada del pueblo que era de las zonas más transitadas y por lo tanto con mayores vendedores.

Y en medio de ese gran bullicio de personas que caminaban de un lado para otro sin intenciones de parar.





"¡Gracias que tenga un buen día!" Dijo una vendedora de fruta animada.

"¡Gracias a usted!" Correspondió una chica de pelo negro corto con ojos azul oscuro y su habitual ropa de Sirvienta, despidiendose con cortesía de la amable señora.
Esta era Siesta, una de las Sirvientas de la Academia de Tristeín.

Mientras caminaba iba repasando su lista mental de las cosas por las que se había encaminado a este pueblo.
"...Bien.....ya compre las frutas, verduras y el pescado...el pollo... solo falta.....¡Oh! ¡Ya no me falta nada! Puedo regresar a la Escuela." Hablo para si misma la Sirvienta, lista para regresar a la Academia con todos los ingredientes comprados, personalmente este viaje había sido un favor para a sus amados compañeros, una muestra de agradecimiento personal por ser tan atentos con ella.

Generalmente llegaba un gran cargamento en una carreta tirada por fuertes caballos del monte, llena de suministros para que la escuela se sustentara, más en esta ocación terminaron por faltar unos pocos los cuales ella voluntariamente pidió ir a buscar.

Y en cualquier otra ocasión no hubieran dejado viajar sola a una humilde Sirvienta a buscar unos cuantos simples ingredientes, más aparte de insistirle al director Osmond, este acepto debido a la casí nula distancía entre este pueblo comerciante y la escuela, por lo que se le otorgó unas cuantas monedas de oro y un fuerte caballo para su pequeña "mision".

Cosa que agradeció con creces.















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Su pequeño viaje había llegado a su fin, por lo que ya era momento de regresar. Y cuando se disponía a regresar a la institución, su camino hacía la salida del pueblo fue obstaculizado por la gran masa de personas que se empujaban de aquí para allá, este inconveniente la forzó a parar para no términar aplastada por la ola de personas.

La amable pelinegra miro por unos segundos su canasta con sus encargos y al no querer arriesgarse a perderlos si algun incautó la empujaba o alguien se los robaba en el mar de personas, decidió tomar un pequeño atajó por otra calle que estuviera menos transitada.

Tomando preferiblemente un camino detras de algunas casas, para posteriormente empezar nuevamente su recorrido hacía la salida.



Mientras tomaba su nueva ruta de camin6o al establo no pudo ignorar un pequeño escandalo al costado de un callejon a su izquierda.

"¡Bien! ¡me tienes hartó!"

Escucho gritar a lo que supuso un hombre de mediana edad por el tono de su voz rasposa y dura seguramente por la vejez.
Como la criatura curiosa que era, empezó a acercarse a donde se escuchaba la repentina disputa.

Zero No Tsukaima El Nergigante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora