CAPITULIO X

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Regresando al momento en que la lanzadera en la que viajaba el peliverde se alejaba de la base imperial.

El joven Tarkin tenía sus propios asuntos que atender por lo que tenía que preparar algunas cosas, así que antes de realizar su propio viaje se dirigió a uno de los tantos almacenes que había en el Destructor.

– Hora de hacer lo mío – dijo al aire mientras caminaba a su vez por detrás de él lo seguía la joven pelinegra de ojos rojos que desde hace unos días era su escolta – desde ahora no mencionaras ninguna palabra de lo que me veas, escuches o haga sin mi autorización, silencio absoluto no importa quien pregunte, entendido – le indico a la pelinegra sin voltearse a verle.

– Si, General – respondió ella sin ningún rastro de duda después de en parte haberse recuperado de la impresión que le había dado el peliverde.

Unos momentos después ambos se encontraban frente de uno de los almacenes donde se guardaba una parte del arsenal imperial, una vez dentro Tarkin se acercó a uno de los computadoras de control ubicada en una de las paredes del almacén y comenzó a teclear en el panel táctil, en la pantalla de la computadora apareció una lista de los objetos almacenados, busco una serie de objetos que ya tenía en mente y una vez encontró lo que buscaba hizo que el sistema automático lo trajera hasta él unos momentos después el sistema dejo tres cajas de suministros de diferente tamaño frente a él.

Cuando las tuvo delante suyo este se acercó para revisar el contenido estas, en el interior de la caja de mayor tamaño se encontraban dos cañones blasters rotativos Z-6 en perfectas condiciones, la siguiente contenía diez protectores pectorales de las armaduras de los stormtroopers y en la última caja que era la de menor tamaño se encontraban una sobre otra cinco bandejas que espuma anti impactó se encontraban veinte detonadores térmicos en cada una, habiendo en total cien detonadores, una vez hubo confirmo el contenido rápidamente volvió a cerrar cada una de las cajas para después dirigirse a la pelinegra.

– Reactiva los droides de esas cápsulas – le ordeno mientras apuntaba a dos estas capsulas que se encontraban a un costado de la entrada.

La joven se acercó a la consola ubicada en medio de ambas capsulas, desde que fue liberada se había visto obligada a aprender el funcionamiento de los diversos sistemas o para ser más específico los que Tarkin le indicaba, ese conocimiento ha permitido que pueda usar cualquier consola de la nave, pero solo tenía autorización para las funciones básicas, así que estaba confiada en que podría hacerlo sin ningún problema, pero olvido un pequeño detalle al momento de activarlos, ella no estaba registrada en la base de datos imperiales.

En el momento que la consola confirmo la activación ella dio unos pasos para atrás dejando espacio para que ambos droides de seguridad serie KX salieran de las capsulas.

Una vez fuera ambos droides se mantuvieron inmóviles durante unos segundos mientras terminaban de conectarse a la base de datos imperiales del destructor, una vez completada la conexión el droide más cercano a la joven dirigió sus sensores visuales hacia ella.

– Persona no identificada en área restringida, prepárese para su eliminación – dijo a la vez que con su brazo izquierdo la tomaba del cuello y la elevaba del suelo mientras le presionaba cortando el flujo de aire a sus pulmones.

La joven llevo ambas manos hacia la mano del droide tratando de abrirla en un inútil intento de librarse del fuerte agarré, con cada segundo que pasaba la presión que ejercía este sobre el cuello de la joven la presión aumentaba y de la misma forma la desesperación crecía en el interior del pecho la joven, ¿así es como iba a morir? se preguntaba, en los últimos días dos veces se había librado de la muerte, pero en ambas fue porque alguien más decidió que tenía que vivir, nunca fue porque ella lo decidiera, recordó las palabras del joven castaño con cicatrices en su rostro cuando la saco de la sala interrogación – "Vi algo en ti, algo que me hace pensar que nos puedes ser de utilidad, yo y alguien más tenemos grandes esperanzas en ti así que ven conmigo" – le había dicho ese día, simples palabras para cualquiera, pero para alguien que siempre había sido ignorada y tratada como un objeto desechable, le idea de que alguien tuviese sus esperanzas en ella le daba la sensación de pertenencia que busco durante años y esta vez no iba a dejar que se escapara de entre las manos.

Izuku, el gran almirante imperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora