Capitulo IV

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A través del espejo de agua suspendido en el aire, Saagah, el poderoso, y su hermana Angus, la que no discrimina, observaban las vicisitudes que les acontecían a los dos guerreros en su travesía por el Geirsgarg.

Los hermanos se hallaban cómodamente tumbados en un amplio sillón cubierto de mullidas pieles de oso. En copas de plata labrada bebían hidromiel preparado por la misma Olhoinna, madre de todo y de todos.

El par de dioses se encontraba muy entusiasmado. Desde antes de que murieran los guerreros, habían contemplado arrobados sus vidas y ahora seguían con interés lo que les ocurría en la muerte.

En el salón luminoso de su palacio en el Geirsholm, adornado con obsidiana y turmalina, los dioses hicieron una apuesta.

Los guerreros eran devotos de Saagah, dios de la guerra, quien daba gloria y honor a los que demostraban su valentía y destreza en batalla. Siendo los dos hombres habilidosos y dignos, se ganaron el favor y la gracia del dios, pero por giros del destino ambos lo decepcionaron.

Por su parte, Angus, diosa del amor y la juventud, no encontraba complacencia en guerreros, pues estos, rara vez demostraban estar interesados en el amor romántico, por lo que ella no solía prestarle atención a esa clase de mortales. Hasta que algo sucedió y su interés fue capturado, entusiasmándose con ellos. La causa de los mortales la encontró simpática y así, apostó con su hermano.

Los dos dioses los mandaron al Geirsgarg, al sitio de tormento donde pagaban las deudas los mortales. Allí ellos esperaban que el alma de los dos guerreros, ya lejos de las presiones de sus mundos, mostraran sus verdaderos colores.

El dios Saagah estaba convencido de que los guerreros le serían fiel, más en la muerte de lo que pudieron serlo en vida, y tarde o temprano se enfrentarían como los enemigos que eran, pero Angus creía otra cosa.

La diosa del amor y la juventud rio complacida.

—¡Mirad hermano! ¡¿Lo habéis visto?! ¡Aceptó su ayuda!

Saagah llevó la copa de plata a los labios y bebió el hidromiel, después de hacerlo, colocó con fuerza la copa sobre la mesa de madera y algunas gotas salpicaron.

—Lo he visto, pero ¿qué queríais que hiciera? El alferi estaba a punto de morir. No tenía otra oportunidad más que aceptar la ayuda del sorcere. —La voz de Saagah se tornó burlona—. Además, por tres veces hicisteis que el dragón matará al alferi, hasta que por fin el sorcere se decidió a ayudarlo. En lo que pueda veréis que el alferi lo despreciará

—No lo creo, sus verdaderos sentimientos aflorarán —replicó, obstinada, Angus.

Saagah, el poderoso, al escucharla, se rio a carcajadas, casi rodó en el sillón. Angus le dedicó una mirada tal como aquella que se le da a un niño que no comprende nada. Cuando el fornido dios se tranquilizó, con lágrimas en los ojos dijo:

—¡Ay hermanita! Sus verdaderos sentimientos ya afloraron, ¿lo olvidáis? ¡No sé por qué acepté esta tonta apuesta! Esperad y veréis, me toca a mí ahora colocar la prueba. Os demostraré que el alferi tiene en claro que son enemigos, que son muy diferentes. 

***¡Oh, oh! Creo que ya entendemos un poco más lo que sucede

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***¡Oh, oh! Creo que ya entendemos un poco más lo que sucede...

*** ¿Qué tal? ¿Cómo están? ¿Qué les va pareciendo la historia? Si hay algo que no entiendan o si encuentran algún error, no duden en comentármelo, lejos de molestarme, me ayudarían a mejorar.

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Despues de nuestra muerte. Relatos de OlhoinnaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora