3. Compañeros, amigos, enemigos.

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Luego de que ese pequeño e indefenso rubio se marchó de la habitación, los dos alumnos mayores que él estallaron en risas por lo ridícula que les había parecido toda la escena.

—¿Viste sus lágrimas? Parecía una niñita.—se burló Duff a la vez que limpiaba sus propias lágrimas con el dorso de su mano, ocasionadas por los largos minutos que llevaban riendo.

—Si, ojalá los demás hubieran visto esto.—comentó Slash riendo también y se dejó caer en la cama que el rubio había tomado antes de ser echado del cuarto.—No podrían respirar de tanto reír.

—Probablemente.—dijo el rubio sentándose sobre su propia cama, un tanto pensativo y cambiando su expresión por una más seria.—Axl tal vez lo estaría golpeando. Tú sabes que él no tolera a los mariquitas que lloran y se quejan por todo.

El morocho escuchaba las palabras de su amigo, pero estaba distraído y no podía afirmar o refutar nada porque no dejaba de removerse en su colchón con incomodidad.

—Hablando de llorar por todo, esta almohada es muy dura.—renegó y se incorporó. Con su mano comenzó a tantear la almohada y se percató de que había algo debajo de esta.—¿Qué mierda...?—murmuró casi para sí mismo y sacó el objeto que había descubierto.

—¿Qué? ¿Qué es?—preguntó el rubio con curiosidad, mirando lo que su amigo tenía en las manos.

Entre el susto y el apuro del pequeño Kurt Cobain al escaparse de aquella habitación y sus abusivos compañeros, pareció no haberse dado cuenta de que el objeto más preciado que tenía había sido olvidado en su escondite. Su cuaderno forrado en color negro y hojas amarillentas llenas de confesiones, miedos y pensamientos más profundos había caído en las peores manos.

 —Es el diario del mariquita.—afirmó Slash leyendo la etiqueta en la portada de este y ambos chicos comenzaron a reír nuevamente.

*****

—Ellos sólo amenazaron con golpearme, eso es todo.—musitó el rubio. Estaba un tanto avergonzado de hacerle perder el tiempo a Jim con sus asuntos y temía contarle lo que había pasado realmente porque no deseaba causar más problemas en este primer día.—Pero creo que yo me lo busqué, les dije que me habían asignado esa habitación y ellos...

—No digas eso.—el castaño negó moviendo su cabeza de un lado a otro y sus pequeños rulos se movían a la par.—Ellos siempre hacen esto, tú no eres el primero que cuenta algo así.

—Genial.—dijo Kurt rodando sus ojos, más por las lágrimas que estaba tratando de esconder que por las palabras que habían salido de la boca del contrario.—Esa otra forma de decirme que no soy especial.—rió secamente.

—Tú sabes que no quise decir eso.—Jim le dio un amistoso golpe en su hombro.—Ni siquiera nos conocemos pero apuesto lo que sea a que eres especial. Y lograrás cosas grandiosas aquí.

—Tus expectativas son demasiado altas.—replicó el rubio un tanto desanimado.

Agradecía las alentadoras palabras de aquél bello chico, pero el autoestima de Kurt estaba por el suelo desde que tenía uso de razón y le hacían falta más que palabras para que pueda confiar en él y en su talento.

Mientras que Jim veía los ojos azules de aquél chico llenos de lágrimas y no podía evitar preguntarse qué era lo que tanto lo aquejaba. Pero eran desconocidos. Sabía que aún no había la suficiente confianza entre ambos para que este chico abra su corazón y le cuente todos sus secretos. Lo único que podía hacer era tratar de animarlo y silenciar aquella angustia en su interior el mayor tiempo que pueda.

Internado Woodstock «Classic Rock»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora