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-(••÷[ ♠️ ]÷••)-

En el presente

¿Que yo hice qué?

Su madre...

Annabelle me miró iracunda. La rabia que contenían sus ojos era más de la que yo podía soportar.

-¡Fue culpa tuya, tú la mataste, maldito imbécil!- vociferó, mientras le temblaba el labio.

Una ráfaga de escalofríos me recorrieron entero.

Las náuseas me invadieron como era costumbre, y me di la vuelta, intentando alejarme de aquella petrificante escena.

Era asfixiante.

Me recargué en la pared de la sala, extendiendo los brazos, y dejé caer todo mi peso en ellos: mi fuerza ya me había abandonado.

Una mancha oscura opacó mi visión, dejándome casi ciego. El sonido a mi alrededor se distorsionó, evitándome escuchar cualquier cosa, y tras una lucha entre la gravedad, el mareo, y mi propio cuerpo, la debilidad me derrotó.

Ni siquiera pude sentir el momento en el que toqué el suelo: fue sólo una pasividad completa, que me ocultó la realidad tras una cortina de bruma oscura.

Tampoco supe cuánto tiempo pasó hasta que comencé a recuperarme.

♠️

Abrí los ojos.

Y las sombras que flotaban a mi alrededor fue lo primero que vi.

-¿Ann?- llamé casi instintivamente, aún sin tener consciencia completa. "¿Por qué la llamé Ann?" me pregunté. "Mucho más importante, ¿Quién es Ann?"

La duda me invadió; no sabía lo que había sucedido.

-Aquí estoy- Escuché decir a una voz femenina a mi lado, dulce, incluso tierna, y cálida. ¿Qué estaba sucediendo?

Enfoqué mi vista, intentando concentrarme, y entonces la vi: Annabelle Lee, junto a mí, sentada en el suelo, con una expresión preocupada, y yo, recostado en el sofá.

Alcé la mirada, y la luz encendida en la cocina invadió mis ojos.

-Ya son las 7:40, por si es eso lo que quieres saber- Me dijo, con una amabilidad que no había escuchado en ella nunca.

¿Cómo podía saber lo que iba a preguntarle?

Me incorporé en el sillón, aún sin mencionar palabra, y buscando cualquier indicio de que Duncan hubiera regresado, pero no había nada: tan sólo silencio, penumbra, Y Annabelle Lee.

-Llamé a Tristán- murmuró, rompiendo el silencio absoluto -Vendrá a las 8 para llevarte al médico- añadió, volteándose al otro lado.

Un aroma ácido y extraño inundó mis fosas nasales, al tiempo que una sensación de vacío y dolor en el estómago hizo acto de presencia, junto con un sabor a vómito en mi boca.

La sensación de incertidumbre recorrió mi espalda.

Con cuidado palpé la playera desgastada que cubría mi torso, y la descubrí húmeda y pegajosa.

-Vomitaste mucho- Habló de nuevo ella, adivinando mis pensamientos por segunda vez.

-Ya limpié el suelo, pero... no me atreví a cambiarte- agregó en voz baja, tal vez avergonzada de decirme eso, y luego prosiguió con su explicación - Aunque te traje ropa limpia para cuando Tristán llegue- Sonrió ligeramente -Tu cuarto sigue siendo un desastre, ¿sabes?- se rió, haciendo la mirada a un lado, y luego, su semblante cambió.

-Lo siento mucho, Crowe. No debí gritarte así, sé que no fue culpa tuya... Fuiste forzado- Agachó la cabeza. Sus cabellos rizados temblaron con su movimiento, y su rostro pálido comenzó a enrojecerse. -Es sólo que si finges que nada pasó, que te olvidaste de mí, y de todo lo demás, siento que me vuelvo loca- Musitó, esforzándose en mantener la calma.

Pero no pudo.

Ella comenzó a llorar, primero sutilmente, en silencio, y eventualmente, lo trasformó en un torrente tortuoso que incluso pudo hacerme sentir... Deprimido.

Sus lágrimas caían frente a mí, ella aún sentada sobre la alfombra desgastada y polvorienta de la sala, y yo sobre el viejo sofá lleno de hilos sueltos, observando en silencio, sin poder moverme o decirle algo porque...

Una serie de imágenes se reproducían en mi cabeza, ella lloraba, y en mi mente, no veía a la chica de mi edad que era como una espina venenosa; veía a una niña indefensa, una muy pequeña.

Y justo en ese momento, juraba que ya había visto a esa niña antes.

-Ann- pude susurrar, finalmente.

Y ella levantó la cara enrojecida y lagrimosa, aún mirando hacia el suelo.

-¿Qué pasa?- Pronunció con la nariz escurrida.

Fue ahí donde me quedé en blanco; una tras otra, las imágenes que había visto en mi mente comenzaron a unirse, formando recuerdos.

Contemplé a Annabelle, aún en el suelo, y le busqué la mirada, pero ella no respondió.

Por largos minutos, me quedé ahí, observándola, memorizando cada detalle de su rostro, pensando que estaba tan patética como el día que la conocí.

Contemplé sus facciones: sus enormes ojos marrón, junto con su rostro curvado, su nariz pequeña y puntiaguda, llena de cientos de pecas que se extendían a lo largo de su frente, sus mejillas, y su cuello.
Admiré sus largos -en verdad larguísimos- cabellos castaños avellana, tan rizados, que consumaban una montaña de nudos.

La observé completa, notando que seguía subida de peso, igual que cuando éramos pequeños, y que en realidad, no había crecido demasiado. También noté que sus mejillas, antes estaban encendidas en un tono rosado, ahora estaban pálidas, sin vida, sin color, y seguramente, de igual forma estarían sus labios debajo de ese profundo labial negro.

Annabelle Lee era una espina venenosa, sí, eso era cierto. Pero Ann... Mí Ann...
Ella era la flor de dicha espina.

Y yo tenía el poder de arrancarla, porque ahora Duncan estaba utilizándola en mi contra.
Quería volverme loco, quería hacerme tomar otra mala decisión.

Y eso no estaba nada bien.

El frío de la noche me sacó de mis pensamientos, pues ya se sentía con crudeza, hiriendo nuestra piel, y haciéndonos tiritar. Además, el vómito en mi playera ya se comenzaba a endurecer, por lo que me puse de pie, y decidí ir a cambiarme.

-Gracias- pude decir finalmente, con toda mi sinceridad, estaba verdaderamente agradecido con ella.

Me hizo recordar aquello que tanto me había esforzado en ocultar; y también me había hecho notar que fue en vano, y sin sentido.

Tomé la playera limpia que me había dejado sobre el sofá contrario, y subí las escaleras, desapareciéndola de mi vista por completo.

...

Estando arriba, escuché el auto viejo de Tristán, estacionándose.

El sonido tan familiar de aquella carcacha descompuesta me alertó inmediatamente, y corrí escaleras abajo para recibirlo, y despedirme de Annabelle, quizá incluso, acompañarla a la casa que tanto odiaba.

Pero en cuanto llegué abajo, el silencio reinaba, las luces se encontraban apagadas, y no pude verla en ningún lado.

Se había ido.

"Ann, Ann, no me dijiste cuál era el mensaje de Duncan" murmuré para mí mismo.

-(••÷[ ♠️ ]÷••)-

Los rosales de CroweDonde viven las historias. Descúbrelo ahora