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—(••÷[ ♠️ ]÷••)—

Tristán llegó a las 8, tal como Ann  había dicho.

La noche ya cubría los cielos, y yo seguía sintiéndome terrible.

La puerta se abrió, con el típico sonido de llaves agitadas que anunciaban un recién llegado.

—¿Crowe?— escuché la voz gruesa de mi hermano —¿Ya estás listo?— tanteó

Usando toda mi fuerza de voluntad, me levanté del sofá, y caminé hasta la puerta arrastrando los pies.

Al verme, Tristán torció una mueca.

—Te ves del asco— se rió de mí —sube al auto, iré por unas cosas y te acompaño— terminó de decir.

Si algo me agradaba de su nuevo empleo, era que llegaba a casa oliendo a café, por eso, cuando me pasó por un lado para subir a su habitación, aspiré profundo el aroma que desprendía.

Salí a la calle, fijándome en la casa de enfrente -la casa de Annabelle- con esperanza de verla.
La luz se encontraba apagada, y no había señal de actividad.

"No querrá despertar a su padre" pensé.

Y subí al auto.

El frío nocturno del exterior se volvió calidez, y tras unos minutos, Tristán abrió la puerta del conductor y subió, arrancando, y saliendo a la calle.

—Ten— me dijo, al tiempo que extendía una bolsa de papel hacia mí —Te traje bollos de la cafetería— sonrió sin despegar la vista de la calle.

Tomé la bolsa, con todo el apetito del mundo: de nuevo, no había comido nada en el día.

—Están fríos, pero aún así son deliciosos— aclaró.

—Gracias— dije, antes de abrir la bolsa y abalanzarme sobre los bollitos rellenos más esponjosos que había probado en la vida.

♠️

—¿Cómo?— preguntó Tristán a la secretaria, lleno de cansancio —Teníamos cita desde el mes pasado— añadió.

Pero la mujer del otro lado del escritorio negó con la cabeza.

—Revise de nuevo, por favor, 'hermanos Wolf', así puse la cita— señaló él, cada vez más impaciente.

El pobre de mi hermano no tenía una vida sencilla, y cada vez se le veía más demacrado.

En los últimos meses había adelgazado bastante.
Antes hacía deporte, y su musculatura estaba en buen estado; ahora apenas y se notaba la diferencia entre él y yo.

La secretaria volvió a negar, y Tristán se rascó la cabeza, alborotando su pelo oscuro.

—Mire, señora, necesitamos ver al doctor— se impacientó mientras se frotaba la sien, cosa que hacía siempre que estaba cansado en extremo, con dolor de cabeza, o simplemente molesto.

—Pero si es Tristán Wolf— terció una voz ronca.

Un hombre viejo se asomaba de una puerta del otro lado de la pared.

—Doctor Miller— saludó mi hermano, estrechándole la mano.

—Ah, y también el pequeño Crowe, cuánto tiempo sin verte— exclamó con su voz rasposa, dirigiéndose a mí.

Los rosales de CroweDonde viven las historias. Descúbrelo ahora