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-(••÷[ ♠️ ]÷••)-

En mis sueños todo estaba bien.
En mis sueños no existía Duncan, ni el dolor.
No necesitaba pastillas, ni guardar silencio durante días.
No me hacía falta ser sometido a voluntades que no fueran la mía, y tampoco era castigado por acciones que representaran lo que yo deseaba.

En ese otro mundo, era felíz.
Papá seguía con vida, mamá no estaba muriendo en una cama de hospital, y Tristán no tenía que mantener dos empleos para sacar adelante a la familia.

Es ese otro mundo, las vidas de otras personas no dependían de lo que yo decidiera, de lo que Duncan me obligara a decidir, ni era víctima de sus abusos.
Era libre de decidir por mí mismo. Si quería entablar una amistad, podía hacerlo, si necesitaba hablar con alguien, simplemente lo hacía.

En aquel otro mundo, no me atormentaban los recuerdos de las personas. No me atormentaban mis propios recuerdos.
Simplemente estaba bien.
Quizá por eso dormía toda la tarde en casa, y también dormía en la escuela.
Dormía para evitar la voz de Duncan, su aliento de podredumbre, sus amenazas, sus castigos...

Tristán solía pensar que tenía peleas callejeras; pero era él, era Duncan.
Con sus manipulaciones hacía de mí lo que él quisiera, me tenía subyugado, a su merced.

Estaba atrapado entre su voluntad, y con su "Tic Tac" me hacía perder la cordura.
En mi brazo izquierdo aún conservo la cicatriz de aquel día en que traté de liberarme de él. ¡Pero ni siquiera me dejó morir!; Duncan siempre fue una tortura vívida, encarnada en aquello que saca lo peor de cada uno.

Me castigaba cada vez que algo no le agradaba.
Me demostraba que él tenía el poder de quitarme lo único que añoraba: dignidad.

Entonces dormía; escapaba al único lugar donde era libre.
Es por eso, que esa tarde, cuando escuché su voz dentro de mi sueño, sentí que enloquecería. ¿Cómo había entrado a mi mente? Eso era imposible, ¿No?.

Tal vez se debiera a tantos años a su lado... O quizá a que ya estaba medio despierto... O tal vez sólo era una pesadilla, una de muchas que solía tener.

-Crowey... Pequeño Crowey...-dijo burlón -¿Hueles eso, pequeño? ¿Lo hueles? Tic Tac, Tic Tac, ¿Qué será?, Tic Tac, yo huelo gas, jijiji, ¿No es ese Tristán?, Jijiji, está fumando, ¿No?, Tic Tac, Tristán entrará, jijiji, Tic Tac- se rió levemente -Tristán volará- anunció finalmente, haciéndome despertar sobresaltado.

Sudando, me asomé por la ventana, era el carro de Tristán, estacionado afuera.

Y en ese momento lo noté;
¿Había dejado la hornilla abierta?
No.
Fue Duncan.
No había tiempo para cerrarla. ¿Cuántas horas llevaría así?

Corrí escaleras abajo.
Escuché las llaves siendo colocadas en la puerta.

-¡Tristán, no!- le grité con Todas mis fuerzas.
Pero Tristán abrió, con el cigarrillo en la mano, cargando algunas bolsas del supermercado.

Y me abalancé contra él, intentando impedir que entrara a la casa.

Pero entró.
Lo derribé, y luego.... ¿No sucedió nada?

-¡¿Qué te pasa, Crowe?!- Dijo molesto porque le tiré las bolsas.
-Yo...- intenté explicar. Pero no se podía. Duncan había jugado con mi mente.
Me levanté rápidamente a revisar las hornillas de la cocina: cerradas

Era parte del castigo de Duncan. Estaba jugando conmigo para molestarme por haberle reclamado el asunto de Bianca Lewis.

-Lo siento- dije, volviéndome hacia mi hermano, quien ya estaba recogiendo las compras.

Los rosales de CroweDonde viven las historias. Descúbrelo ahora