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—(••÷[ ♠️ ]÷••)—

—¡Mis chiquitos!— se entusiasmó mamá, estirando ambos brazos llenos de cables, y tubos de medicina hacia nosotros.

Su rostro consumido por los medicamentos mostraba unas profundas ojeras bajo sus ojos, y sus pómulos delgados, calavéricos, y hundidos.
Su piel, antes tersa y brillante, ahora estaba tan seca y apagada como la de Tristán -o incluso más-...

La cama del hospital se sacudió ligeramente cuando nos sentamos uno a cada lado.

—Hola ma...— la saludó Tristán, con una voz suave, y ella le acarició la cabeza tiernamente.

—¿Cómo les fue?— pronunció ella con la voz seca.

Un ataque de tos la invadió, y mi hermano corrió hasta una mesita por agua.

—No, no, quédate— lo retuvo mamá, entre cada espacio que podía respirar.

Se agitaba ante la tos, y su pecho subía y bajaba velozmente.

Al final llegó el silencio.

—Lo siento— se disculpó, tras varios minutos.
Gotitas de sudor le bajaban por la frente, debido al esfuerzo.

El sonido de "beep" que emitía la máquina que registraba sus latidos pareció intensificarse.

—Está bien, no te muevas demasiado— la tranquilizó Tristán.

El ambiente se cargó de silencio, y mamá recostó su espalda sobre el almohadón.

—Cuéntenme— nos pidió.
Al tiempo, sentí su mano huesuda tomando la mía.

Y sonreí irónicamente.

—¿Por qué esas caras tristes, mis amores?— nos preguntó.

Tristán y yo nos miramos, pensando quién le diría lo ocurrido...

♠️

En el pasado

—¿Crowe?— llamó Lilith.

No hubo respuesta.

—¡Crowey!, ¿dónde te metiste, pequeño? Tienes que tomar tu medicina— alzó la voz, mientras caminaba alrededor de la acogedora casa en la que vivían.

Se asomó por la ventana frontal, asegurándose de que el pequeño no estuviera jugando afuera, y como no lo vió ahí, dió media vuelta.

Subió las escaleras hasta el segundo piso, tomándose el tiempo de admirar los retratos familiares que colgaban en el muro:

Algunas fotografías de bodas, en las que Willow cruzaba sus largos brazos sobre ella.
Otros, de Tristán cuando era un bebé, y sus ojos eran grises como los de su padre.
Y casi al final del pasillo ascendente; la fotografía favorita de Lilith: Una en la que sus dos hijos jugaban sobre el césped del jardín, Willow recostado a su lado, y ella sosteniendo una maceta de flores, sonriendo a la cámara.
Todavía recordaba a la perfección ese día: el sol de verano bañando su piel, la sonrisa de Tristán mientras enseñaba a su hermanito menor a hablar, los besos que Willow dejaba en su cuello, y la compañía de su hermana, recién salida de rehabilitación...
En efecto, aquella era una foto tomada por Chalice, y eso era, además del bello momento, una de las cosas que la volvían tan especial.

Los rosales de CroweDonde viven las historias. Descúbrelo ahora