Capítulo 4: Su Tristeza Inundó Mis Cuartos

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"YO LO SUPE ANTES"
Capítulo 4: Su Tristeza Inundó mis Cuartos
Por: Limna Soto

Mi corta historia parte de algunas escenas del Manga, Ánime y Novela, Candy Candy La Historia Definitiva. Los personajes no me pertenecen.

Dicen que nada como una excursión al aire libre para dejar salir tu adrenalina contenida, y una expresa confesión de tus emociones para llorar después y quedar realmente exhausto... Hoy lo constaté.

El hombre de esta casa, terminó el día rendido física y mentalmente. Apenas estuvo unos minutos en la sala enterándose de malas nuevas, y se dió un baño. Regresó a darle las buenas noches a las hermosas azaleas y magnolias, aseguró la puerta, y a dormir. Dos tres vueltas a la cama, y cuál bebé azotó en brazos de "Morfeo".

Mientras esto pasaba, yo, que no preciso de descanso nocturno para una efectiva actividad al día siguiente, me quedé velando su sueño y pensando en la complejidad de las relaciones humanas.

Entiendo el lugar que el universo me ha asignado como materia existente, pero inanimada. Como resguardo de muchos y protector de nadie. Sé que soy una bendición para mis habitantes, y que a la vez paso inadvertido para casi todos. Lo tengo claro, y si se me permite decirlo, a veces siento un poco de envidia respecto a ustedes, los seres vivos.

Ustedes tienen la capacidad y la manera de mostrar su cariño y su apego a las personas que desean y que se lo merecen. Yo no. Yo simplemente existo.

Pero, por otro lado, cuando veo situaciones como la de Albert justo en estas instancias de su vida, esa envidia desaparece y reafirmo mis pensamientos: ¡qué complejos son ustedes! Ya me explico...

Tengo varios meses observando una hermosa y muy saludable relación de pareja. Comparten deberes, y gastos desde hace poco. Dividen sus penas y juntos multiplican sus alegrías. Son dueños mutuos de sus secretos, sus temores y anhelos. Son de naturaleza muy noble, sinceros entre sí. Y mientras ella lo inspira y motiva; él la respalda y sostiene cuando así lo necesita.

Candy es de crianza muy humilde, y una víctima de la orfandad. Por su parte, de Albert no sabemos más que su vagar por el mundo. Y habiendo pasado ya casi dos años aquí, y que nadie se haya proclamado familia suya, pues me hace pensar que también es huérfano o algo así. De hecho, ni su entrañable compañera de cuarto sabe nada al respecto. Pero mientras esto es excusa para que otros se vuelvan uraños, depresivos, o viciosos; ellos, de 17 y 28 años de edad, con y sin memoria, tienen una auténtica manera de ver la vida, enfrentarla y agradecer por ella. Si, ambos.

Yo no tengo duda: son tal para cual. Nadie me lo cuenta, ¡yo lo veo! Mi lógica me dice que ella debiera estar enamorada de él, tanto como el de ella; pero ese "tercero en discordia", complica mi argumento. Yo seguiré fiel a mis ideas,  porque me resulta inverosímil que exista un mejor candidato para mi singular arrendadora.

De súbito, Albert despierta... asustado, agitado y gritando.

No era la primera vez que pasaba. Como es propio de un amnésico, suelen tener episodios de ansiedad, pesadillas, y desorientación. Candy se lo había explicado, y siempre estaba ella, su tenaz enfermera,  para socorrerlo y tranquilizarlo. Pero hoy no. Y no obstante, hoy era diferente:

— ¡Candy! ¡Candy! — dijo primero entre sueños, y luego a voz en cuello. — ¡Santo Cielo! Era una horrible pesadilla... pero esta vez no había oscuridad ni estruendos. Más bien, ¡era Candy y necesitaba ayuda! Será posible que... no, no puede ser. Seguro que ella está tranquilamente descansando en Nueva York — se dijo buscando el modo de apaciguar la zozobra que a leguas se le notaba. — Iré a tomar un poco de agua para despabilarme de ese sueño tan horrible.

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