Capítulo 5: Los Infortunios En El Segundo Piso

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"YO LO SUPE ANTES"
Capítulo 5: Infortunios En El Segundo Piso
Por: Limna Soto

Mi corta historia parte de algunas escenas del Manga, Ánime y Novela, Candy Candy La Historia Definitiva. Los personajes no me pertenecen.

Allá afuera seguía sintiéndose un clima muy frío y podía oírse el ir y venir de las personas en auto o a pie. Era un lunes inicio de semana laboral y, para muchos otros, el perfecto momento para salir y hacer pagos o surtir algo de despensa. Todo tipo de conversaciones se oía en el exterior.

Solía concentrarme en lo que se hablaba dentro de mi espacio, porque considero que es eso lo que debe importarme. Pero a veces escuchaba cosas que, o bien me causaban asombro; o bien, gracia; o bien, me parecían simplemente exageraciones de los hablantes. Por ejemplo, en una ocasión escuché a la casera, la Señora Gloria, charlar con una de las vecinas. Y refiriéndose al  cúmulo de problemas que tenían, ella dijo: "A veces sucede así, Rebeca, nos llueve sobre mojado"...

"Nos llueve sobre mojado". Me pareció un absurdo pleonasmo y de inmediato pensé que hablaban tan solo de redundancias; pero no. Analizando con mente crítica, entendí que se referían a que aún no salían de una inconveniencia, cuando ya les caía otra. Y así, pareciera que nunca se acababan sus malas rachas. No era exageración, en realidad eso le sucede a muchas personas. Y para muestra, mi inquilina...

El tiempo se había ido volando. Albert se había ido a surtir lo que necesitaba mientras Candy dormía de forma serena. ¡Y de veras que cayó en la profundidad del sueño! Yo la observaba y esperaba encarecidamente que ese tiempo en que ella descansaba fuera muy reparador. Necesitaba tranquilizar su mente y encauzar sus pensamientos, y para eso nada como una relajante siesta.

Candy apenas iba acercándose a los 18 años, y según por lo que le escuchaba contar a Albert, había vivido casi de todo...

— Y así fue pasando el tiempo y yo seguía estando en el Hogar de Pony. La verdad yo estaba muy feliz ahí. Me divertía mucho con los chicos aunque todos y todas eran menores que yo. Ayudaba en las tareas domésticas, y me sentía libre como el viento corriendo por la colina y trepando el gran Padre Árbol... Pero ya tenia casi 13 años, y mis madres se preocupaban por mi futuro, pues era muy poco probable que alguien se interesara en adoptarme. Y según ellas, me urgía tener cierta educación propia de señoritas... En una ocasión las escuché muy inquietas hablando entre ellas, con voz muy baja, de que no había suficientes fondos para recibir a más niños huérfanos. Y entonces me di cuenta de que yo misma ya debería colaborar con eso, o al menos evitar que gastaran en mi,  para darle oportunidad a más chicos que ocuparan del cariñoso cuidado de este par de bondadosas mujeres. Por eso, cuando solicitaron mi custodia como trabajadora de los Legan, no vacilé. Estaba casi segura de que poniendo todo mi empeño, ellos querrían hacerme parte de su familia... En verdad hice cuanto pude, Albert. Pero nunca pudo ser así... — le contaba a su compañero, una noche cuando ya ambos estaban cada uno en su cama. Candy veía hacia el techo, rememorando esa etapa de su vida; y él la escuchaba muy atento con su brazo derecho doblado debajo de su cabeza.

— ¿Resultaron ser personas muy difíciles Candy? ¿Fueron malvados contigo?

— Los chicos, Elisa y Neal, eran realmente unos malcriados. Imagínate: ese día que partí del Hogar de Pony yo procuré ir vestida con lo mejor que tenía,  ya sabes, para causar la mejor impresión en mi nueva casa. En serio que con mucha ilusión llegué a esa residencia; pero ellos me recibieron echándome una tina de agua fría desde el balcón. Desde ese momento supe que al menos con ellos, no podría marchar todo tan viento en popa. Y bueno pues,  la Señora Sarah Legan,  o sea su mamá,  les secundaba todo lo que hacían, y por supuesto, siempre les creía a ellos y no a mi. Por su parte, el Señor Legan parecía ser al único que yo le simpatizaba, pero nunca estaba en casa. A los pocos días, me dieron trabajo de sirvienta y, ya luego me mandaron al dormir al establo con los más hermosos caballos del mundo.

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