Capítulo 6: Una Estructura Resiliente

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"YO LO SUPE ANTES"
Capítulo 6: Una Estructura Resiliente
Por: Limna Soto

Mi corta historia parte de algunas escenas del Manga, Ánime y Novela, Candy Candy La Historia Definitiva. Los personajes no me pertenecen.

"El tiempo cura las heridas"... No, ¡mentira! Las heridas van sanando sólo si la persona tiene la debida actitud hacia ellas. Si acepta la realidad, sin conformarse; pero aprendiendo a sobreponerse a todo... No lo he vivido, ni experimentado en estructura propia; y no obstante, mis inquilinos, todos los que por aquí han desfilado, han respaldado mi argumento.

Aquí han habitado todo tipo de personas. Por ejemplo, hubo quien por tan solo haber perdido el empleo, se sumió en una profunda depresión pues dio por sentado que jamás podría recuperarse. Estaba tan impuesto a darse ciertos lujos, que apenas ya no pudo hacerlo la vida le pareció insostenible. No fue capaz de ver la maravillosa oportunidad que tenía tan solo de poder aspirar aún aire fresco; de sentir el calor abrasador del sol; de visualizar los hermosos paisajes de la naturaleza que dicen que adorna el Central Park, o incluso el horizonte que se observa desde mis ventanas. No, ese hombre se perdió en sus pensamientos pusilánimes, y tuvo que ser asistido por un profesional de la salud. Si... el tiempo pasó pero lo que consideraba "sus heridas" nunca sanaron porque él no quiso.

El caso que ahora me ocupa, mi par de residentes actuales, son definitivamente punto y aparte. Si bien no me tocó ser testigo de que sufrieran tragedias fatales, lo cierto es que lo vivido estos días pasados iba haciendo aún más grande el repertorio de sucesos desafortunados que ellos han padecido. Estamos hablando de muy seguramente dos personas huérfanas, que habrán pasado algún tipo de carencias, humillaciones y otras desventuras. Él, un amnésico víctima de un accidente de tren a causa de la guerra en el viejo mundo, y recientemente atropellado por un automóvil. Ella, una enfermera siempre en busca de la felicidad propia y ajena, cuya ilusión de juventud fue tirada a la basura por la decisión y compromiso de su ahora exnovio, con otra chica. Todo se va sumando, y ¡caray! Seguro esos primeros días posteriores a los eventos, ¡les dolía hasta los tuétanos!

Pero propio de su naturaleza, más pronto que inmediatamente empezaron a retomar sus actividades cotidianas. Candy, muy a su pesar, aún tenía que ver a la indeseable y despectiva gente del hospital, que prejuzgaban su moralidad sin saber a bien los detalles de su relación con Albert, quien apenas se repuso de los buenos trancazos que recibió en el impacto, y regresó a sus amables jornadas como lavaplatos.

— Hoy me asignaron un par de horas en el piso de pediatría. Las demás enfermeras suelen desesperarse muy rápido con los niños. ¡A mi me encanta! Siento que estoy en el Hogar de Pony, con la única diferencia de que aquí tenemos todas las medicinas que los chicos necesitan.

— Si te creo que es la única diferencia... La tarde del anteayer que pase por el hospital, ¡te vi trepada en uno de los más altos árboles, Candy! Tal cual me cuentas qué hacías en tu niñez. Solo espero que no andes correteando a los pequeños.

— Ja, ja, ja... ¿En serio me viste? — preguntó dudosa — ¡No sabes cuánto lo disfruto!

— Lo sé, y me gusta que pase lo que pase no pierdes tu esencia. Eres tan valiente y obstinada, que muchas personas deberíamos copiar tu espíritu.

— ¿"Deberíamos"? Pero si tú eres tan parecido a mi... ¿o yo a ti? ¡Cómo sea! Lo cierto es que somos muy buenos para sortear todo lo que la vida nos depare, ¿verdad? — dijo empuñando su mano y extendiéndola para que Albert hiciera lo mismo. Como en una especie de camaradería.

Entonces pasaban a los quehaceres de la casa. Últimamente ella estaba mucho más activa que nunca. Limpiaba aquí, lavaba allá, doblaba esto y remendaba lo otro.

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