Ojos Color Perla

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Unos ojos vacíos como canicas se apoderaban de mi mente cada vez que iba a dormir. Unos tejidos cobraban vida el justo segundo en que el reloj marcaba las doce en punto. Era preciosa mi colección de muñecas. Algo de lo que estar orgullosa, pues pasé desde que tengo memoria coleccionándolas. Sin embargo, no debí haber comprado nunca ese modelo que retrataba a una niña de kinder, con overol azul y cabello largo, compuesto de muchas hebras.

Mi madre había insistido, así que no tenía más opción que aceptarla a regañadientes. Algo de lo que más tarde me arrepentiría. Cada noche antes de dormir, me guiñaba el ojo de manera espeluznante, y no, no tenía baterías. Cruelmente sus pupilas de cristal lanzaban miradas que estremecían mi débil cuerpo. Numerosas palpitaciones se apoderaban de mí a cada instante.

Me asustaba, puesto que, mi madre había fallecido hacía unas tres semanas, en un accidente automovilístico. Mi padre estaba hundido en la depresión, y mi tierno perrito, ahora me vigilaba junto a mi madre.

Cada tarde notaba desde la ventana de mi cuarto como se construía paso a paso un enorme agujero en la tierra. Pensaba que podía haber sido mi padre en un intento por enterrar a mi fallecida mascota, pero no. Justo al amanecer de lo que sería un fin de semana un tanto aburrido, noté que la chica con overol no estaba.

Busqué por todos los lugares del segundo piso de la casa, pero fue en vano. Bajé las escaleras, pero tan imprudentemente que caí y me torcí el tobillo. Aun así, seguí mi rumbo. Fui hasta el jardín, y justo cuando me asomé en la pequeña tumba improvisada, allí estaba ella, y mi paisaje se volvió oscuro. Con la misma pala con que había matado a mi padre y a Toby, ahora estaba dándole santa sepultura al cuerpo de su desvalida dueña.

Historias Escritas con Sangre de RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora