Olor A Muerto

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Era un día nublado. Había sido el funeral del señor González. Muchas personas habían asistido a su entierro, puesto que el hombre en cuestión literalmente "regalaba fortuna".Y sí, el color negro predominaba en el lugar. Pero, ¿por qué había fallecido el señor González?

Un sirviente a su disposición lo había encontrado tirado en el piso del gran salón. Posiblemente había sufrido un infarto fulminante. Sin más demora, el hombre a su cargo hizo lo que pudo. Los forenses llegaron con el tiempo, y como en efecto, había perdido la vida. Tan solo faltaba darle santa sepultura.
Mucho tiempo después de que su ataúd finamente adornado con listones de seda estuviera opacado por la enorme cantidad de tierra a su paso, algo escalofriante tendría lugar.

Nunca confíes en los muertos.

— Em... ¿Joana? ¿Estás ahí?

— Sí... descuida, tan solo chateo por Whatsapp.

Dos jóvenes de la conocida tribu urbana emo, habían decidido realizar su primera cita en un cementerio. ¿En cuál? Pues en el mismo en el que descansaba el señor González.

— Mira, esta tumba es muy divertida. Escuché que fue hecha recientemente. —replica el chico.

— No seas infantil. —mirando la pantalla del celular.

— Pero, y si... ¿la profanamos? ¡Suena genial!

Joana no le hacía ningún caso, el joven procedió a colocarse delante de la tumba y raspar con sus uñas la cubierta de la misma. No le importaba que estas sangrasen. En lo absoluto.
Después de todo, esa era la diversión. Llevar su cuerpo al límite. Sin embargo, y de lo que ni él ni su acompañante notaron, era que en efecto, una mano pálida y con olor fétido se escabullía de entre el suelo. Y agarró la pierna de Josh.

— ¿¡Qué!? ¿¡Qué es esto!? ¡Suéltame!

En un vano intento por escapar, la mano succionaba más, como un tipo de arena movediza. Ya su cuerpo se encontraba descendiendo por la cintura hacia la cripta del más allá.

— ¡Joana! ¡Auxilio!

El joven terminó tragado por la tierra misma. Joana ni siquiera lo había escuchado, y como pensó que este la había dejado sola, se retiró, sin levantar la vista de su celular.

Pero lo que no notó Joana, era que su supuesto enamorado, más nunca estaría presente en la tierra de los vivos, por decidir jugar con algo que está prohibido.

El señor González no había muerto, solamente había sufrido una parálisis, que había detenido lentamente su corazón por pocos segundos, por lo que fue confundido con un fallecido. Fue enterrado vivo, y deseaba de alguna manera compensar el error entreteniéndose charlando con algún que otro ser humano, claro está, bajo tierra.

Historias Escritas con Sangre de RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora