Tequila

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Recientemente en Concord, New Hampshire, se habían producido asesinatos masivos. Nadie sabía quien los perpetraba, nadie conocía quiénes habían sido las víctimas. Pudiera parecer algo notorio, pero aproximadamente en esta época del año esto es lo más común de la ciudad. A la entrada de la misma, privaban con la vista a numerosos visitantes los diferentes centros comerciales, así como dos o tres tabernas que se encontraban por allí. Una tenía algo en especial, por cierto.

— Me complace por fin llegar a este lugar. —suspirando.

Wayne era un conocido reportero de la cadena NNC, y necesitaba conocer más datos sobre tan repugnante caso, por decirlo en algún sentido. Era sumamente atento a todo, detallaba todo al instante, y preso de la sed que provocaba el intenso viaje de un territorio a otro, decidió dirigirse a uno de los tantos establecimientos con tal de saciarla.

A la taberna "Hell's Cure", que en español significaría algo así como "La Cura del Infierno". Más que por su decadente estado, se dirigió hasta allá por su título algo original.

En cuanto abrió las puertas del local, notó como varias miradas lo perseguían con algún que otro sentido de rechazo. Como en una vieja película del Oeste. Pero era lógico una vez lo pensabas, estabas irrumpiendo su comodidad y ambiente, y llegando en un mal momento, debido a aquel incidente. Pero Wayne no se detuvo. La sed podía más con él que su vergüenza.

— Deme un trago de tequila. —le pidió a la cantinera.

— Aquí no servimos a forasteros. —con voz arrogante.

El periodista en vano trató de convencerla para implorarle por el trago, a lo que esta en cada ocasión se le negaba. Sin más que hacer, decidió retirarse y probar suerte en otro sitio. De todas formas, no es como si su vida dependiera de tan caduco lugar, ¿cierto? Pero si lo hacía.
De hecho, algo en lo que Wayne no se había fijado para nada, a pesar de ser tan observador, era en la coloración del trago de los demás visitantes del local. Era algo más oscuro que de costumbre. ¿Y por qué sería eso?

Wayne sin darse cuenta había entrado en una cueva donde estaban cientos de caníbales, los mismos que habían estado detrás de la ola de homicidios "misteriosos" del pueblo. Wayne había caminado entre fuego sin saberlo. Como una inocente oveja, se había adentrado hasta lo más profundo de una manada de lobos. Y la cantinera había sido el lobo alfa. Así que, había estado frente a la muerte misma sin siquiera saberlo.

Y sí, lo que estaban tomando era sangre. La sangre de todas sus víctimas. Les colgaban del cuello como cerdos en varios ganchos, y esperaban pacientemente a que se desangraran. Ese día era la celebración, la hora del brindis. Y alguien había interrumpido su tan preciado ritual.

Podían haber acabado con Wayne en ese instante, pero ya estaban saciando su sed de sangre. Había sido algo hostil, pero para el periodista esto solo se había convertido en una respuesta negativa por parte de una cantinera un tanto arrogante.

Historias Escritas con Sangre de RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora