La Rosa y El Cristal

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La mansión McGreener era conocida por la enorme cantidad de flores y enredaderas que circundaban sus altas paredes.

La señora, y dueña de la mansión, Angelica McGreener, había sido siempre una mujer arrogante. Sin sueños. Con ambiciones. Con sentido común. Sin esperanzas. Pero amante de las rosas. Negras, blancas, el color realmente no importaba. Lo que verdaderamente daba el toque era el sentido de la elegancia que estas desprendían. Y no por gusto su casa estaba recubierta en casi su totalidad por estas.

Angelica acostumbraba a tener cientos y miles de empleados a su disposición. Incluso, conformaba varios equipos de jardinería para podar a "sus bebés" cuando el paso de las enredaderas no la dejaban cruzar hasta la cocina, a tomar el té de la tarde. Y sí, era bastante excéntrica.

Muchos se habían ilusionado con la casa de McGreener cada vez que iban, puesto que, todas las plantas, y en especial las rosas, tenían un color más vivo del que usualmente podían presumir. Y no era para nada noticia nueva que cada persona que entraba a servir en su reino, se quedaba. Para siempre.

— Ya veo. Me he quedado sin empleados. Hora de conseguir nuevos reclutas.

Esa se había convertido por excelencia en su frase. Lo cierto era que muchos pensaban que la muchacha estaba loca, pero no tanto.

Con los cuerpos de cada uno de sus trabajadores, fabricaba tinturas para cada una de sus adoradas plantas. Cabello negro para rosas negras, sangre para rosas rojas. Y muchos más líquidos de otras partes del cuerpo para tintar las hojas verdes y flores de color blanco.
Y por eso siempre en la mansión escaseaba la mano de obra. El que iba, nunca retornaba.

Sin dudas, su premio más exclusivo había sido aquella rosa que, colocada en una maceta junto a un cristal, adornaba el final de un largo y oscuro pasillo.

— Ahora me toca inyectarte, preciosa. ¿Qué prefieres hoy, lápiz labial rojo o un vestido negro para ir a salir con tus amigas?

Sin más, cada hora que pasaba, el tinte se agotaba. Así que optó por una mecánica más fácil, si antes había conseguido todo por conexiones externas, ahora lo haría por ella misma.

"Se solicitan empleados para atender servicios básicos de un hogar. Buena remuneración"

Un cartel en frente de su casa se abrió paso, y por supuesto, causó revuelo al instante. ¿Trabajar en la mansión McGreener? Eso era algo de lo que hablar en todas las prensas.

— Suena bien, creo que iré.

Así, una por una iban cayendo las víctimas de un destino trágico y cruel. Sin siquiera saberlo.

Historias Escritas con Sangre de RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora