Ojo Por Ojo

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En la preparatoria de la ciudad de Chicago no todo es como parece. Así comenzaría una triste historia enlazada a la vez por la vida de dos mejores amigos, ambos sumidos en la desesperación por destinos diferentes.

Jerry era un chico tímido, pero amable. El típico nerd de la clase de Ciencias, pero que tenía por mejor amigo a Clyde, el capitán del equipo de fútbol americano de la escuela. A su lado, no parecía tan inútil como creía.

Así, su vida no parecía tan aburrida como realmente era. Ambos compartían muchos momentos juntos, se llevaban de lo mejor. Pero había una clara diferencia: ambos solo eran amigos del otro para obtener algo. Jerry por imagen social y Clyde por notas más altas, suficientes para pasar el grado.

Un estigma había separado una amistad verdadera de una relación de mera hipocresía.
Pero algo se interpuso en sus caminos. Himelda, una chica que había sido transferida al instituto. Era de lo más natural, y como no, también tenía buena figura. Verdaderamente, algo que envidiar para las demás chicas del colegio. En cuanto Jerry la vio, supo que había sentido por vez primera amor.

No en vano se intentaba acercar a ella día tras día, incluso le comentó a Clyde sobre la aparición de lo que según él sería "el amor de su vida".
Líneas muy finas se tejían entre ambos al momento de la aparición de la joven. La vida tenía el destino de ambos ya escrito, y desde hacía mucho tiempo.

Después de largas noches de espera, finalmente Jerry le envió a Himelda una carta en la cual pronunciaba que se encontrarían en un lugar llamado como "El Autobús del Beso", un lugar común para los jóvenes de Chicago, si querían tener cierta intimidad. Y sí, era un autobús abandonado casi al borde de un barranco, literalmente. Pero él solo lo haría para confesar sus sentimientos.
El tiempo pasa, y la Muerte se ríe.

El día del encuentro, el chico se dirigió hasta el lugar. Se sintió aburrido, y en un punto hasta decepcionado, puesto que Himelda no llegaba. Así que procedió a investigar el lugar para entretener su mente. Sin embargo, al entrar en el bus, sintió algo. Se dirigió hasta el final del mismo, y no creyó lo que encontró.

A Himelda y Clyde teniendo relaciones.

No había sido fácil de asimilar. El cuerpo del muchacho comenzó a tambalearse, y pegó un grito de furia. Se dirigió hasta la parte delantera del ómnibus, se posesionó de forma tal en el asiento del chofer, y arrancó el transporte. Nadie había dicho que no servía.

— ¡Si me voy, te vas conmigo! —gritando.

Esto fue lo último que se escuchó en el aire aquella noche, antes de que los policías al día siguiente descubrieran los cadáveres de los tres chicos, apilados y rodeados de chatarra.

Historias Escritas con Sangre de RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora