Capítulo 13. En el Club de Mimzy

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El temor en las calles, las murmuraciones en los establecimientos, el aura pesada en la estación de radio misma hacían que su sonrisa se ampliara de satisfacción. El revuelo que causó el hallazgo de los cuerpos en el cementerio atrajo esa bruma de inseguridad y de miedo que hinchaba su orgullo y lo complacía. El notificar y confirmar la noticia casi provocó que se relamiera los labios; esa era la Nueva Orleans de la que tanto gustaba.

No pensaría en ella, no pensaría en ella... ¿Charlie habría escuchado el comunicado?; cuando llegó al cementerio la encontró inconsciente así que ella no lo vio mancharse las manos con sangre, incluso pidió a Rosie que evitara que escuchase noticias al respecto pero los rumores siempre son difíciles de sofocar una vez que se expanden, como la llamas de un voraz incendio, por tanto, ¿lo sabría?, ¿se encontraría bien? Charlie es demasiado dulce y sensible. Cuando Alastor volviera al Emporio de Rosie, ¿lo miraría diferente? Tal vez con temor y eso debería complacerle, ¿por qué no se sentía complacido con la posibilidad? Se reprendió.

Concluyó su jornada y dejó la estación de radio para volver al emporio de Rosie y lo que se encontró dentro le robó el aliento. Al ingresar escuchó la voz dulce de Charlie pronunciar un "buenas tardes. En seguida le atiendo" y lo primero que vio fue su cabello largo y parcialmente sujeto, que al moverse dejaba ver el amplio escote en "v" de la espalda. Fue entonces que ella se giró y pudo contemplarla en todo su esplendor, era toda una visión.

El vestido corte "al revés" sin mangas blanco, cruzado al frente con dos prendedores de flor a los hombros, de donde caía un largo corte de la misma tela, contorneaba su figura hasta terminar en una caída que casi rozaba el suelo, mientras que el ligero maquillaje se había encargado de acentuar sus naturalmente bellas facciones.

Alastor se sintió embelesado y, atraído hacia ella, se detuvo a centímetros de su cuerpo y distinguió con orgullo el rubor bajo aquellos grandes y brillantes ojos.

–Luces hermosa sweetheart –declaró hipnotizado mientras pasaba sus dedos por entre su cabello hasta quedarse con un mechón en la mano y llevarlo a sus labios; percibió con los ojos cerrados su aroma y su textura por un breve instante antes de abrirlos y mirarla con intensidad, buscando en aquella mirada un ápice de miedo, de rencor, mas solo encontró sorpresa por lo que, muy a su pesar, se sintió aliviado. Charlie, tras reaccionar, sonrió.

–Gracias.

–Es bueno ver que tú también te has visto atrapado por mi modelo, querido –declaró Rosie, metros a su derecha, al verlo en aquella posición. Alastor dejó escurrir el cabello por entre sus dedos antes de colocar su mano a su espalda. Rosie le vio elevar una ceja y sonrió divertida.

–¿"También", Rosie querida? –preguntó.

–¡Por su puesto! Muchas de mis clientas se han visto sorprendidas por la belleza de nuestra encantadora dama y debo decir que la mayoría de sus acompañantes varones también –dijo y Charlie la miró con incredulidad.

–No creo que eso sea del todo...

–¡Pero qué caballeros con tan excepcional buen gusto! –proclamó Alastor para sorpresa de Charlie–. Se tendría que estar ciego para no notar el brillo de una estrella cuando se tiene enfrente.

–De verdad, no creo que...

–Pues déjame decirte querido –interrumpió Rosie en ésta ocasión–, que hay hombres que no son capaces de enterarse de absolutamente nada. Una pena, ¿no es cierto? –dijo guiñando un ojo a Charlie que se puso nerviosa–. ¿Y cómo te fue en la estación a todo esto? No escuchamos tu programa en todo el día, estuvimos muy ocupadas hoy. –Con eso Alastor confirmó que Charlie no sabía respecto al hallazgo del cementerio de St. Louis.

Hubo una vez en Nueva Orleans (Charlastor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora