Capítulo 14. El final del recorrido

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Cuando descendieron del tranvía, nubes grises tapizaban el cielo sobre sus cabezas y al poco tiempo la lluvia comenzó a caer mientras iban en camino por el pantano. Charlie tenía el abrigo puesto por lo que en teoría la lluvia debía estar incomodando aún más a Alastor, sin embargo no mermó el ánimo de ninguno. Se encontraban eufóricos, sonriéndose y bailando los momentos en que no apresuraban su paso, tomados de la mano lo que evitó que ella cayera cuando su zapato resbaló en la tierra húmeda y, en lugar de terminar en el suelo, lo hizo en brazos de él.

Continuaron hasta que sus pies subieron los peldaños del pórtico y Alastor abriera la puerta para ceder el ingreso a su dulce Charlie; no obstante, antes de entrar, algo en la distancia atrajo su atención y al mirar se encontró con una de sus amigas umbrías proyectada en el tronco de un árbol y de inmediato supo que el momento de cumplir con su parte del trato había llegado.

Al entrar cerró la puerta tras de sí y el locutor vio cómo Charlie intentaba encender la chimenea con su poder de nueva cuenta; ella respiró resignada al no conseguirlo.

–Prefiero que subas y te retires esa ropa empapada sweetheart, mientras yo me encargo de ello.

–¿Qué hay de ti?

–Lo haré en seguida. –Charlie sonrió radiante antes de adelantarse hacia él y darle un beso en la comisura de los labios, para después correr hacia la escalera.

–Todavía no puedo creer que hayas ido a ver a la señorita Rosie tan tarde –dijo haciendo referencia al abrigo y las cosas de Alastor, en un intento por restarle importancia al cuasi-beso. En cuanto a lo de Rosie, por lo general el locutor no atentaría en contra las buenas costumbres de manera semejante, sin embargo las cosas que habían dentro de su bolso de caza no eran algo que pudiese dejar por allí tan a la ligera.

–¿Charlie? –llamó él cuando la aludida había recorrido un tercio de la escalera.

–¿Sí?

–Se que sonara particularmente extraño que lo pida, sin embargo, ¿podrías ponerte la ropa con la que te vi por vez primera a la orilla del pantano? Hay algo que me gustaría mostrarte antes de dormir. –La petición la tomó por sorpresa, no obstante sonrió mientras asentía; en ese punto, Charlie confiaba ciegamente en él.

–¡Por supuesto! En un momento regreso.

Una vez la vio terminar de subir, Alastor liberó la fuerza y presión de sus manos a su espalda, ejercida en un intento por ahogar su impulso de abrazar a Charlie y no dejarla ir, no permitir que se apartarse de su lado. Por un instante pensó en que podría enfrentarse al mismo Lucifer de ser necesario; no obstante si Charlie permanecía por más tiempo en el mundo de los vivos, irónicamente, moriría. Enviarla de vuelta era lo mejor.

–Necesito, mi estimado amigo –dijo a la sombra de sonrisa siniestra que se había introducido por debajo de la puerta tras él–, que traigan a nuestro invitado dentro de... alrededor de una hora y así poder hacerme cargo de preparar todo para su recepción. –La sombra pareció reír de manera perversa antes de desaparecer por donde había venido.

Por su parte Alastor se encaminó a la cocina a preparar café y, mientras el agua hervía, bajó a ese espacio oculto detrás del librero, para tomar un fuerte somnífero el cual contempló largamente en su mano, con amargura evidente.

~♤~

Cuando Charlie descendió a la sala, Alastor ya había encendido el fuego y la esperaba sentado en el sillón de dos plazas con una taza en la mano. Aún en un estado de ensoñación, la princesa caminó hacia el mueble para tomar asiento a su lado. Alastor la contempló embelesado por un instante en que tuvo que contenerse de arrojar aquella taza al fuego y aprisionar a Charlie en sus brazos, hasta que finalmente el locutor le extendió la taza y ella la tomó encantada.

Hubo una vez en Nueva Orleans (Charlastor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora