[14] KALU

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Caminé todo el tramo por el pasillo hasta la puerta de metal de la entrada a toda la disposición de celdas. Antes de salir, vislumbré a mi derecha una mesa, ganchos y una especie de baúl con la tapa abierta. El brillo del metal draconiano hizo que mis pies caminaran solos.

Mi espada estaba sobre la mesa, en los ganchos había otras cosas como mochilas, ropa y zapatos. Todo aquello que se les era arrebatado a los que pasaban las noches aquí como yo. La tomé sintiendo el familiar peso, enganché el cinturón en mi cintura y encontré los últimos cuchillos que me quedaban.

No me gasté en buscar ropa, con el pantalón estaba más que bien. La remera solo parecía estorbar con mi nueva piel, se enganchaba y picaba. En cambio, tomé una capa con capucha que me serviría para alejar la atención de mí una vez estuviera fuera.

Me paré de frente a la puerta, la abrí y no les di tiempo a reaccionar que los dos guardias ya estaban en el piso a cada lado de la puerta, inconscientes. Observé la escalera ante mí, la subí sin prisa alguna siendo seguido por los pequeños pasos de la niña por detrás. Disfrutaría de este momento.

Cuando estuve en la cima, entré a lo que parecía ser los pasillos principales del palacio. Las paredes blancas, pisos alfombrados, estandartes y armaduras. Miré de lado a lado y me decidí por el pasillo con ventanal.

Observé a través del vidrio, la ciudad estaba alumbrada en cada calle por las linternas de fuego. Podía ver bastante movimiento, como si hubiera alguna especie de celebración. A lo lejos, se alzaba la arena en la que había estado. El firmamento también ayudaba a que la noche sea célebre, estaba despejado y lleno de estrellas. La luna alumbrando de blanco, a juego con el castillo, totalmente llena.

Sentí pasos a mi izquierda, tomé dos de mis cuchillos y cuando las figuras aparecieron doblando la esquina cayeron a manos de su filo. Pero eran tres, solo dos pudieron caer. El tercero desenvainó, corrí hasta él y frené su espada con mi brazo sin siquiera pensarlo. No pudo atravesar la cáscara negra como ya me lo esperaba, pareció aterrarlo.

Ni siquiera lo dejé gritar cuando tomé su cabeza y la giré hasta sentir el sonido del hueso romperse.

Las tres figuras, que parecían guardias, habían caído. Tomé mis dos cuchillos y miré hacia atrás.

— Busca el dragón, si le dices que vienes de mi parte para salvarlo lo entenderá — Le dije a Isis que se mantenía estoica y para nada impresionada de los cuerpos que se desangraban en el corredor — No le temas, no te hará daño.

— ¿Puedo montarlo? — Inquirió con sus ojitos brillantes que, gracias a la luz que atravesaba por el ventanal, parecían de color ámbar — ¿Puedo hacerlo?

— Claro, ven a buscarme con él al castillo.

Ella mostró una fila de blancos dientes al sonreír, se dio la vuelta para correr en dirección opuesta a la mía pero frenó cuando el Zyrath no la siguió.

— ¿Qué ocurre bichito?

— Él conseguirá la cena — Sus ojos enormes y cabeza ladeada miraban a la niña, pero me señalaba a mí — Eso dijeron.

— Kalu nos conseguirá de comer, no te preocupes.

— Puedes matar a todo aquel que quiera hacerles daño — Concedí.

El bicho movió su cola de lado a lado y se paró en sus dos patas para observarme, me gustaría decir que entendía las expresiones de ese animal, pero eran bastantes inciertas algunas veces. Apostaba, igualmente, que se estaba imaginando la cantidad de comida que habría hasta llegar al dragón.

— ¿Todos?

— Todos los caelios que quieras — Le apremié — Ahora no pierdan tiempo, váyanse.

CRÓNICAS DE NYSSA: Hermanos de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora