[16] ARUNA

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Sus ojos de un celeste hipnótico me observaron tan fijamente como los míos a él. No despegamos nuestra vista del otro, no nos movimos ni siquiera un centímetro aun cuando nuestros rostros estaban realmente cerca. Su lanza estaba fija e inmóvil, sosteniendo el filo de mis espadas para que no rebanaran al hombre que estaba tirado en el suelo.

—Corre. —La voz del sirenio sonó grabe, ya no estábamos jugando.

El hombre patinó sus pies en la nieve hasta que logró levantarse y correr donde el muchacho había gritado hace solo momentos.

Me aparté de Narayan dejándole ir, él reafirmó su postura con un claro mensaje: no me dejaría ir.

—¿Te interpones ante tu princesa? —cuestioné—. ¿Comprendes las consecuencias de ese acto?

—Lo siento Aruna, pero no eres mi princesa.

Retrocedí un paso, sus palabras chocaron de una manera retorcida en mis pensamientos ¿Qué más daba si él no me consideraba su princesa? ¿Qué más daba que no reconociera al imperio? Era un traidor, por lo tanto, estaba claro dónde estaban sus lealtades. Estaba clara su postura.

—Entonces ¿ante quién respondes? —demandé saber—. ¿Ante la niñata Jefa de Ítatu? ¿De verdad? ¿O impusieron a un nuevo líder entre los sobrevivientes sirenios?

Él sonrió de costado, aunque se vio más como una mueca. Algo le había hecho gracia de mis palabras. Finalmente miró hacia el suelo pensando en lo que había dicho o en su respuesta y después me miró.

—Sigues sin comprender lo que yo ansío Aruna. Detesto el juego absurdo de la política de los poderosos mientras los débiles mueren uno tras otro. Quiero que la isla retome la paz que tenía, los cuatro clanes de pie y la gente sin temer de aventurarse en los terrenos del otro. Tal como las historias lo cuentan.

Sí, una vez eso había sido posible. Hacía tiempo en Nyssa prevalecía la paz, pero no ahora.

—Teníamos paz hasta hace unos días —comenté indignada—. Éramos un solo clan, éramos un imperio.

—Nadie reconoce la soberanía de tu rey, nadie que no sea de Draco lo hace.

Lo detestaba, cada una de sus palabras salían con razón en sus labios. No encontraba la manera de imponerle mi pensamiento, de decirle que lo que estábamos haciendo estaba bien puesto que no era así.

Defendería el imperio, claro que lo haría. Porque era el único medio para la paz. Si los clanes volvían a levantarse en contra nuestra entonces la guerra volvería y lo más probable era que, esta vez, se extingan por y para siempre. Sería una lucha larga, familias separadas, desparecidos, muertos, pueblos devastados... Sí, lo mejor sería que Draco vuelva a la cabeza, ya no había lugar para los cuatro clanes en esta isla sin que alguno intentase cometer venganza contra el otro.

Y si no había manera de hacerle entender, entonces debía de ir en contra del traidor. Eso era mi supuesto deber.

Así que me aferré al mango de mis espadas con fuerza, deslicé uno de mis pies con lentitud aplanando la nieve hasta que estuvo atrás del otro y a distancia. Me puse en mi típica posición de lucha, las espadas protegiendo mi cuerpo y mi cara y esperé.

Narayan también alineó sus pies para tener estabilidad y apuntó una de las puntas filosas de su lanza hacia mí.

—No quiero pelear contra ti.

—Es una lástima —me mofé.

Y le agredí. Corrí hasta él atacando con mis armas y errando cuando él me esquivó. Se movía ágil y con rapidez alertándome al instante sobre sus habilidades como guerrero, no debía subestimarle.

CRÓNICAS DE NYSSA: Hermanos de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora