[14] ARUNA

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La oscuridad de la noche no hizo más que abrazarnos y acogernos hasta apenas poder ver unos tres pies delante nuestro, la tormenta estaba casi en su máximo apogeo y Narayan tiraba de mí como si fuera un peso muerto.

No sentía mis pies, tal vez sí ¿Qué más daba? Mi rostro estaba congelado, mis manos por más que las guardara entre mi ropa se congelaban. Narayan volvió a tirar de mí, la nieve nos estaba tapando hasta unos centímetros más arriba de nuestras rodillas.

Descubrí que los caelios pronto dejaron de estar en mi lista de mayores enemigos, inclusive los terranos se quedaban cortos. La nieve ahora la encabezaba, el frío y ni más ni menos que todo el maldito territorio sirenio.

La esperanza vino en mi busca cuando comenzamos a escuchar el agua correr furiosa cerca nuestro, unos pasos más y estuvimos al lado del río. No podíamos ver del otro lado, aunque el sirenio juraba que la isla estaba cruzando a pocos metros. No podíamos dejar la pequeña isla de Afar en medio de este temporal, no habría manera de cruzar sin caernos al agua.

Y estaba segura de que esta vez no sobreviviría.

Costeamos el río, en contra de la corriente, y llegamos a una estructura rocosa.

— Es por aquí, tiene que estar aquí — Gritó Narayan para hacerse escuchar.

No sabía de lo que hablaba, no podía ver nada más allá de él o el río. Todo un remolino de nieve entre la oscuridad de la noche.

Me tomó para apoyarme contra la pared, me hizo sentarme en una pequeña falla de la roca que cubría la golpiza del viento. No podía dejar de temblar.

— Quédate aquí, volveré enseguida — Asentí — No te vayas a mover o te perderás Aruna.

Si tuviera fuerzas solo le gritaría que había entendido a la primera, más no podía ni forzar palabra. Me quedé allí, hecha una bolita, mientras volvía a asentir. Entonces él desapareció en la nieve.

No tenía mucha idea de cuánto tiempo había pasado, creo que mis ojos se cerraron unas cuantas veces. Estaba perdiendo el conocimiento. Si hubiera estado mucho más consciente seguro la preocupación de que él no regresara por mí me invadiría, más no lo hizo. No porque no me importe, simplemente porque estaba aterrada y concentrada en no dejar escapar ese último respiro de calor que aún se alojaba en mi pecho.

Las manos del sirenio me sacudieron y me obligaron a abrir mis ojos, le observé algo desorientada. Me estaba hablando, sacudiendo también, aunque no podía ni responderle. Me agarró de los brazos, me obligó a pararme y se dio la vuelta para cargarme a su espalda.

Ay Kalu, pensé, espero nunca te enteres de esto o te reirás de mí hasta el fin de los días.

Me sentí frágil, aterrada y mayormente avergonzada. Si cualquiera supiera de que un sirenio estaba ayudándome a mantenerme con vida de esta forma, sería el hazme reír de todo Draco.

Me lo llevaría a la tumba.

Vislumbré un espacio diferente solo cuando ya estábamos dentro de él, no sabía el momento en que habíamos entrado, pero aquí estábamos. Me dejó en el suelo, era de madera y las paredes de roca, como si se tratara de una cabaña incrustada en la ladera. Narayan me tapó con una manta, eso no serviría de nada quise decirle. Entonces se movió por el lugar y, de repente, teníamos fuego.

Largué un sonoro suspiro. El sirenio me alzó hasta arrodillarse y dejarnos a ambos frente al pequeño fogón de una chimenea hecha de algún metal. Lo último que sentí antes de caer en el sueño fue sus brazos acunándome y meciéndome mientras recuperaba el calor.

*****

El silencio fue en lo primero que me percaté al despertarme. La tormenta había cesado llevándose consigo la ventisca helada, inclusive el frío estremecedor. Levanté mi cabeza de la dura madera del suelo y miré la habitación de arriba abajo en busca de amenazas mientras me levantaba hasta sentarme.

CRÓNICAS DE NYSSA: Hermanos de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora