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UN MES.
Hacía un mes que Calum Hood y June Watson no se veían. Ninguno de los dos había intentado ponerse en contacto con el otro, aunque los chicos de 5 Seconds of Summer, Freya Graves, Merida Sinclair y Hope Evans si que habían intentado localizar a la joven.
Estaban todos reunidos en el salón de la casa del bajista. Algunos en el sofá, algunos en sillas y algunos en el suelo, pero todos con los móviles en la mano.
－¿Tenéis algo?－preguntó Hope, tomando un sorbo de café.
－Nada.
Calum resopló en el sofá.－¿Por qué seguís intentándolo? Es una estupidez. Si ella no quiere que la encontremos, no lo conseguiremos.
Cada vez que el australiano hablaba de su exnovia, siempre la llamaba ella, y no por su nombre real. Le costaba pronunciarlo, y no sabía muy bien la razón.
Merida se puso de pie y se fue a la cocina a por más café. Eran las doce de la noche, pero ninguno de todos los que habían allí estaban dispuestos a abandonar la casa de su amigo hasta encontrar a June.
－Venga, dejadlo ya.
－Cal, ¿y si te callas?－sugirió Michael, con la vista pegada al perfil de Instagram de la cantante. Nada.
－Lo que sea.
El bajista salió al jardín, con el cigarro en una mano y el encendedor en la otra. Se sentó en uno de los sillones en los que June se pasaba horas escribiendo y trabajando en su disco. Nunca le dejaba leer ninguna de sus letras para que el día que saliera el álbum, fuera todo sorpresa.
Calum sonrió con melancolía.
June.
Ojalá estuviera allí con él. No lo reconocería delante de sus amigos, pero la echaba muchísimo de menos, y su corazón se sentía solo si la morena no estaba en casa.
June era la que traía la aventura al grupo. La de las ideas más locas. La que le sacaba una sonrisa a cualquiera, incluso a Hope cuando estaba de bajón.
Ahora, todo ese brillo se había ido junto a ella. No era lo mismo si la cantante no estaba con ellos, era como si faltara algo.
－June, ¿dónde estás?－murmuró en voz alta, al mismo tiempo que se llevaba el cigarrillo a los labios.
Calum había perdido toda la fe en el amor desde que Kate lo abandonó. Creía que siempre iba a tener un corazón solitario, pero entonces apareció June, huyendo de aquel club y contándole su situación como si se conocieran de toda la vida.
El moreno esbozó una sonrisa. June era su tipo de chica. No sabía que tipo era ese, pero era el suyo. La seguiría hasta el fin del mundo si hiciera falta, no creía que se separarían nunca.
Pero ocurrió.
Se despertaba todos los días preguntándose si podría tener otra oportunidad, un último baile con la chica de sus sueños. Deseaba compartir el resto de su vida con ella, y se había arruinado todo.
Para él no era nada nuevo despertarse y no encontrar la melena morena de la cantante tapando su cara, pero le entristecía pensar que estaba a miles de kilómetros de ella, y que no podía hacer nada para verla de nuevo.
Mientras el cigarrillo se consumía, Calum pensaba en ella, no podía sacársela de la cabeza.
－Hey.
La voz de Freya hizo que se girara. La rubia avanzó hasta colocarse a su lado y apoyar su cabeza en el hombro de su amigo.
－Vamos a dar con ella, lo prometo.
－No hace falta.
－Sí que la hace, Cal.－dijo la actriz, girándose hacia él.－A ti te hace falta ella, y a ella le faltas tú.
El bajista negó con la cabeza, dándole la última calada al cigarrillo.
－Vamos dentro, empieza a refrescar.
En la otra punta del país, en Nueva York, June Watson estaba sentada en la cama de su antigua casa, con la máscara de pestañas pintando sus mejillas de negro y el bote de Xanax sin estrenar encima de la mesita de noche.
Estaba hecha una bolita, enredada en las sábanas y no paraba de llorar.
Había pensado en tomarse una pastilla para aliviar su dolor, pero esas píldoras sólo le recordaban lo muy decepcionado que estaba Calum esa noche. La noche en la que se fue.
La cantante se odiaba a sí misma más que a nadie en el mundo. No sabía cuántos días llevaba sin salir de casa, sin cambiarse de ropa, sin hacer algo. Lo único que le importaba en esos momentos era una persona que probablemente la odiara en esos momentos.
－¡Soy una idiota!
Cogió una de las almohadas y la lanzó a través de la habitación, golpeando la foto de Calum con Duke que había tomado ella misma una tarde de septiembre. Se levantó de golpe de la cama, rezando para que no se hubiera roto, y comprobó el estado del marco.
Por suerte, estaba intacto. Regresó a la cama y vio que tenía un mensaje en el buzón de voz de Michael. Decidió, por primera vez en un mes, escuchar alguno de los mensajes que habían dejado sus amigos.
Hola, J. No tengo ni idea de si vas a escuchar esto o no, pero...
Otra voz interrumpió las palabras del guitarrista australiano.
¿Es para June?
Hope, su querida Hope. A ella también la echaba de menos, con su característica felicidad y dulzura, que alegraban el día de la persona más triste.
Hola, cariño. Mira, sé que no estás bien con Cal, pero créeme, él tampoco lo está. Te echa de menos. En realidad, todos te echamos de menos, hasta Duke. Si escuchas esto, espero de todo corazón que nos digas algo. Aunque sólo sea para confirmar que estás bien. Bueno, eso es todo. Te queremos, J.
El mensaje terminó, y los ojos de la morena volvían a estar llenos de lágrimas. Necesitaba volver a casa, necesitaba volver a él. Estaba harta de su corazón solitario.
Con las manos temblorosas, cogió su móvil y entró en sus contactos. Llamó y esperó a que cogieran el teléfono.
－¿June?
－¿Hope? Creo que os necesito.
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CHAAAN. MAÑANA SE ACERCA EL GRAN FINAL.
No se permite odiarme después de esto, pero os prometo que acabará bien.
No creo que tenga nada más que decir. No me odiéis, yo os amo.
