Al igual que pasa con los rescoldos de la lluvia, nadie en la sosegada ciudad siquiera se había dado por enterado del aislado incidente cerca de los muelles. Una mañana nublada y cálida imperaba en la rutina de los ingenuos habitantes y nadie deparó en el automóvil mal aparcado al fondo del callejón, ni siquiera cuando un pequeño equipo de policías inspeccionaba el área con reservada táctica.
A horas de diferencia y casi cuarenta y cinco kilómetros del muelle noroeste, el centro de Animacity lucía tan abarrotado como se esperaba de un mediodía de miércoles, sobretodo en el "Dog-Way" una cadena de comida rápida curiosamente equivalente al "Sub-Way" de las ciudades humanas. En el "DW" –abreviado por sus siglas de coloridas letras amarillas- servían una amplia variedad de bocadillos gigantes, pizzas y "dogwoods" en bolsas de papel. Había un tragamonedas en la parte de atrás y un colorido rótulo por encima del mostrador en el que se decía que, si podías comerte dos "Perro-Pesadillas", comerías gratis; debajo, entre paréntesis, se había añadido el codicilo en mayúsculas "si VOMITAS, PAGAS".
Por regla general, al menos tras una mañana de práctica en el polvoriento baldío a modo de diamante de baseball con "los muchachos" –modo coloquial para referirse al equipo de patéticos osos- nada solía apetecerle más a Michiru Kagemori que un bocadillo gigante de albóndigas del Dog Way, pero hoy sospechaba que no iba a conseguir otra cosa más que un episodio de ardor en toda regla, provocado por un exceso de acidez.
Había pasado la noche dando vueltas en la cama presa de un insomnio impertinente. No solo la tormenta había cortado su intento de indagar más respecto al aludido festival tras un rayo que dejó a oscuras la calle completa desde B-Corp hasta el centro, sino que la abrupta llegada de Shirou, empapado y con un semblante peor que el de aquella mañana en que le había fastidiado con la inquisitiva pregunta tan personal, fue motivo más que suficiente para sepultar el poco buen ánimo que le quedaba.
Y la práctica de la mañana no mejoró el panorama; alguien había tomado los bates de la enmohecida bodega que servía para guardar el equipamiento y solo había dejado dos –uno que parecía más un astillado mondadientes- y dos remendados guantes. Por no decir que la lluvia había dejado el "campo" como un lodazal.
Al menos el improvisado almuerzo, meramente insistencia de Nazuna fue un útil pretexto para un cambio de escenario menos problemático...
...o eso habría esperado.
—Pues yo creo que será una excelente oportunidad... ¡Qué mejor que un festival para un concierto temático! —exhaló en un nada discreto tono alborozado la chica kitsune.
A pesar de ser una voz contenida, el estridente repliegue consiguió llamar la atención de algunos cuantos alrededor. Bajó la voz y volvió a acomodarse el hoodie que cubría sus orejas de zorro. También se ajustó los lentes oscuros que complementaban la imagen de "chica incógnita" que quería impostar. .
—Si querías pasar desapercibida nos hubiéramos quedado en tu departamento –arguyó Michiru en un tono de pragmático hastío, mientras su amiga hacía ese teatral esfuerzo por no hacerse notar.
—Estaba aburrida y quería tomar algo de aire... no es mi culpa que aun siga siendo tan popular como para que no pueda salir a las calles como si nada –excusó Nazuna en ese gesto tan fingido de pena autoimpuesta—Y quería ver las decoraciones en el centro. Itami-san había dicho que podría arreglar lo del concierto.
—Me sorprende que esa comadreja no te haya querido estafar.
—A ti quizás, conmigo ha mantenido el acuerdo de un contrato decente...— señaló Nazuna con una sonrisa astuta—Yo solo me ocupo de mis canciones, mi repertorio y ella de todo lo financiero.
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The Fire and the Flood
RomancePara Shirou Ogami, Michiru era un dolor de cabeza. Era como tener un incendio y una inundación en el mismo lugar... tal vez, la unica que podría diluir las grietas de su pasado. Si sólo le diera la oportunidad.