Resaca, dulce y cruel resaca

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—Cariño, ¿no te alegras de vernos a mí y a tu padre?- los ojos de su madre denotaban una mezcla de confusión y decepción. Siempre que le miraba de aquella manera, Michiru acababa claudicando y haciendo lo que ella quería.

Incluso mentir.

—Claro que me alegro—respondió, esforzándose por sonreír. Sentía la piel del rostro imposiblemente dura, como si fuera incapaz de moldearla para expresar alguna emoción. El shock y la sorpresa intempestiva era demasiado abrupto, aun para fingir en ese obligado abrazo—¡los he echado de menos!

Los Kagemori estaba frente a ella, en el vestíbulo de la cooperativa, pisando la misma alfombra verde de siempre, y con la ropa que les había visto antes de irse a Animacity. Su madre le abrazaba, llorosa y radiante de felicidad.

Pero Michiru tenía la sensación de que aquello no podía ser real. ¿No había recibido un mensaje de su madre referente a que su padre se iría de viaje a occidente por cuestiones de negocios? ¿Qué hacía allí, con su silueta oscura recortándose contra la luz de la mañana? ¿Por qué le sonreía y le besaba su madre?

No podían ser ellos.

El estómago se le revolvió de miedo y de aprensión. Sintió ganas de vomitar.

—¿Estas lista para volver a casa? —le preguntó entonces aquel que tanto se parecía a su padre. Incluso su voz, firme y serena.

Las palabras abandonaron la boca de Michiru sin que ésta pudiera reprimirlas.

—¿Qué...? No...no es que no quiera, es que yo... —alzó sus manos y soltó un resuello horrorizado. Blancas, lampiñas... humanas. No sentía el peso equilibrante de la cola, las orejas estaban en su ubicación humana natural. La forma beastman había desaparecido por completo—...¡¿Qué... que es lo que pasó...?!

Una voz había terciado, respondiendo a su ufana duda sin mucha emoción.

—La cura para tu "enfermedad beastman" de la que tanto te quejabas. —la sombra emergió; el semblante de Shirou Ogami, pétreo e impasible le dirigió una mirada gélida e indiferente.—Puedes irte a casa, no tienes nada que hacer aquí.

Aquello era como si una ventisca se atravesara entre ambos. Michiru sentía como si algo le estrujara el corazón.

—Shirou... yo...—susurraba débilmente, mirando a Ogami y luego a sus padres con expresión de súplica—No quiero irme... ¡se suponía que debería ayudarte, Shirou!

Notaba a su madre preocupada, apretando con fuerza su brazo. Ogami solo había eludido la mirada lastimera de Michiru.

—No te necesito. Y no perteneces aquí... Kagemori-san

Un terror frío la inundó. Él nunca le llamaba por su apellido... y esa mirada, tan distante e indiferente.

"El odia a los humanos... él... me odia"

—Shirou, no quiero irme... no aun...— replicó Michiru, sintiendo que se le secaba la boca— No estoy mintiendo.—miró a sus padres, presa del pánico—...por favor, sé que ustedes entienden que aún no puedo regresar...

Se giró de nuevo hacia Shirou, en búsqueda de una respuesta, una razón... ¡lo que fuese!

Una sombra estaba detrás de él, tomándolo firmemente del brazo. Michiru no alcanzaba a dilucidarla. Era una silueta femenina, pero no correspondía ni a la de Rose ni a la de la señora Melissa... era casi tan alta como Shirou y sus ojos, lo único visible en aquella penumbra rebelaban un brillo ambarino. Si aquella "mujer" fuese una beastman, seguramente sería...

The Fire and the FloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora