En Cambio No

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Aquellos mil años de sombra y austero vacío palidecieron ante el suave y embriagante calor de los labios de Michiru.

Una ansiedad cálida abatía la mente de Shirou Ogami. Nublándole de ideas, sumergiéndole en el tórrido contacto. Como entregarse a una marea ardiente y dejándose llevar por aquel embate arrebatador, sintiéndose débil de toda razón y sin oponer resistencia, al igual que un barco que zozobra ante la inminente ola.

Sin deshacer el beso, Shirou fue conduciéndola hasta recostarla contra la pared. Tendió los antebrazos a ambos lados de su cabeza y siguió besándola, sintiéndose cada vez más intoxicado, más inflamado, como si estuviera cobrándose una deuda largamente esperada. Su cuerpo, sucumbiendo a un afluente intenso que incitó su primigenio instinto, haciéndole tomar su forma beastman.

Las manos de Michiru, tímidamente aprisionadas entre su pecho y el de él, subieron por la ropa de Shirou hasta acariciar arrebatadamente el pelaje de su cuello. Como si acabara de darle la idea, Shirou interrumpió el beso, jadeante, y tiró con el índice del tirante de la blusa levemente. Michiru abrió los ojos, algo confusa, pero la cálida boca de Shirou contra su cuello la hizo olvidar lo que iba a decir. Sus párpados cayeron, presa del hipnótico placer, sintiendo su cuerpo lánguido pero hiperbólicamente sensible al calor, al roce, a la boca que lamía y besaba su pulso en el cuello.

La tibieza de su piel evocó un jadeo entrecortado en Shirou. Sentía sus manos temblar, con un pulso que llegaba peligrosamente hacia un interior más profundo debajo de la blusa. Perdiendo súbitamente el control.

Buscando tocar más, buscando sentir más...

Michiru por su parte abrazó las acciones de Shirou. Las caricias se sentían bien, demasiado bien, su cuerpo respondiendo de un modo extraño, su mente un torbellino, la lucha entre la precaución y la curiosidad. La evolución de las caricias, la proliferación de sus manos –las de los dos- en un coordinado vaivén que iba a todos los rincones físicamente permisibles, era algo que ya se cernía en el horizonte.

Shirou se había movido lentamente hacia el marco de la puerta, como si el cuerpo se moviese por impulso. Sin querer terminar aquello. Presto internamente a dejar que el instinto reclamara lo que tanto merecía, lejos del impertinente pasillo y solo con ella en la intimidad de su alcoba, solos sin que nadie o nada interrumpiese...

...hasta que un estridente chillido resonó en medio del asfixiante silencio.

Shirou se paralizó y Michiru se apartó, sobresaltada.

—¡MICHIRU! —el agudo grito de Nazuna hizo un eco tan abrupto que opacó la resonancia de un trueno en la lejanía y la luz de la linterna dio de lleno en la cara de su amiga, acusándola con el índice como si fuera un profeta del Apocalipsis.

Delante de Sirou no, por favor, no justo ahora.

Michiru deseó que se la tragara la tierra.

—¡¿Qué...?! —la desconcertada pregunta de la chica kitsune se cortó al mirar hacia la parte inferior de Shirou y volvió a gritar más agudamente—¡AAAAH!

En su forma bestia, con el pelo, pelaje y la parte superior de la sudadera completamente empapados, como si hubiera salido de una escena de "Tornado" o de alguna película de desastres naturales y la expresión completamente atónita, solo aprestó a otro chillido agudo seguido de tomar por mero acto reflejo el brazo de Michiru.

—¡¿QUÉ RAYOS ESTAS HACIENDOOO?! —Nazuna tironeaba de una desconcertada tanuki.

—¡¿N-N-Nazuna...?!—como si un balde de agua helada le cayese encima, Michiru apenas y resintió el desconcertado agarre de su amiga—¡¿Qué estas haciendo TU aqui?

The Fire and the FloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora