1. Garabatos

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La vida de Samantha era perfecta hasta hace un mes atrás, donde todo se vino abajo.

Su padre, fallecido cuando tenía apenas dos años, le había dejado a ella y a su madre una herencia millonaria que les permitía vivir de la mejor forma mientras ambas administraban la empresa familiar, de la cual eran dueñas.

No tenía familia más que una tía, Susana, hermana de su padre, pero si tenía muchos amigos y a su novio, todos de su mismo círculo social. Con 26 años, le quedaba poco para acabar la carrera y recibirse de guía turístico, porque aunque a ella no le entusiasmase mucho estudiar, su madre le había convencido de que debía tener un título.

A ella le gustaba viajar, había recorrido casi todo el mundo con su madre y dedicarse al turismo era la carrera más llevadera que había encontrado.

Sin embargo, todo se vino abajo cuando su madre falleció en aquel repentino accidente.

Ese fue el final de todo.

Los primeros días fueron los peores, la casa le quedaba enorme para ella sola.

Sin embargo, su única tía tardó apenas dos días en mudarse con ella. Susana era su tía de sangre, pero no lo parecía. Nunca había tenido mucha relación con ella, su madre decía que cuando comenzó a salir con su padre nunca la habían aceptado, siempre creyeron que era una caza fortunas y que huiría con el dinero. Cuando su padre enfermó y falleció, su madre se hizo propietaria de todo, siguiendo el testamento, y le pasó la mitad que le correspondía a Samantha en cuanto cumplió la mayoría de edad.

- Te noto deprimida, Samantha - le dijo Susana mientras cenaba en la otra punta de la mesa del comedor.

Sin embargo, no había compasión o cariño en sus palabras. Sólo era un frívolo comentario.

Samantha estaba en pleno duelo, el funeral había sido hace apenas tres días y se sentía mas triste que nunca en su vida.

Y se sentía sola, muy sola.

- Lucas no ha venido a verte hoy, ¿verdad? - le preguntó, haciendo referencia a su novio - ayer tampoco le he visto.

Samantha volvió a elegir no contestar.

Había visto a Lucas en el funeral y el día después, al igual que a sus amigas. Habían pasado por su casa y el primer día sin su madre había sido un poco menos desolador con ellos, pero pasaron dos días y no habían vuelto a visitarle. Su novio le preguntaba que como estaba, pero no se ofrecía tanto a venir. Estaría ocupado estudiando, o lo que fuere, de todas formas Samantha no quería abrumar a nadie con su tristeza.

- ¿Has dormido algo anoche? Te he escuchado deambular por la casa hasta entrada la madrugada.

- No, no he podido dormir - respondió finalmente Samantha.

- Llevas tres días sin dormir - dijo mientras levantaba la copa de vino enseñando sus largas uñas rojas - tengo píldoras para eso.

- No quiero nada, gracias.

Susana no estaba triste, claro está. Su madre le importaba muy poco, pero como su único familiar lo lógico era que estuviera allí, ¿verdad?

Samantha se había quedado con el total de la administración cuando su madre falleció y no tenía idea de cómo manejar una empresa millonaria ella sola, por lo que pidió ayuda a su tía.

Grave error.

Le firmó un permiso provisorio para que pudiera firmar documentos importantes y tomar algunas decisiones que, en pleno duelo, ella no podía tomar, y la empresa tenía que seguir.

Plumas blancas [ flamantha ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora