5. Historias del pasado

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Flavio llegó a la clínica diez minutos antes de que comenzara su turno.

Se puso la vestimenta de enfermero que traía en el bolso y subió para darle las buenas tardes a su paciente.

A él le estaba gustando mucho más esta semana que la anterior, donde le hicieron doblar sábanas y deambular por ahí sin ningún propósito. Ahora, al tener una paciente asignada, llegaba al trabajo con más ganas que antes y se sentía útil.

Samantha era una paciente particular a los ojos de Flavio, él no la veía tan mal como decía en su expediente. Si bien había hablado poco con ella, no notaba esos cambios repentinos de humor que el psiquiatra le había dicho que tenía. Notaba tristeza, sí, y enojo. Sabía que no quería estar allí.

A Flavio le daba un poco de pena, y se había permitido pensar en cuanto se fue a casa en cómo sería la vida de Samantha fuera de allí, antes de que sucediera todo ésto. Pensó en qué estudiaría o si trabajaría, que tipos de amigos tendría y hasta si la habría cruzado alguna vez por algún bar.

Tenían una edad similar y era posible habérsela encontrado.

Sin embargo ahora estaban allí y su tarea era cuidar de ella, acompañarla en su tratamiento y esperar que mejorase para volver a casa.

- Buenas tardes - le dijo con una sonrisa cuando entró al cuarto.

Samantha estaba en la cama con el cabello un poco húmedo, de seguro se habría dado un baño. Tenía entre sus manos la libreta que él mismo le había traído la noche anterior y un lápiz.

- Hola - le respondió con un intento de sonrisa, se la veía bastante más animada que ayer.

- ¿Cómo has estado? ¿Has podido descansar bien anoche? - le preguntó acercándose a ella.

- Sí, además he dormido un poco de siesta.

Samantha le dio un par de palmadas al colchón para invitar a Flavio a que se sentase junto a ella en la cama.

Él dudó, la verdad es que era muy correcto y no quería propasar los límites ni invadir el espacio personal de ella ni de ningún paciente, pero acabó aceptando y se sentó con cuidado en el otro extremo, manteniendo las distancias.

- ¿Has estado dibujando? - se interesó Flavio mirando la libreta que ahora estaba cerrada.

- No, no, yo no se dibujar - Samantha rió un poco mientras se quitaba un mechón de pelo de la cara - he estado... he estado haciendo un poco de todo, me gusta escribir.

Flavio se había ido a casa contento la noche anterior, Samantha le había pedido un cuaderno y un lápiz para entretenerse y eso era señal de que estaba colaborando y adaptándose al lugar. La enfermera que la había atendido esta mañana le había dicho que no quiso asistir a ningún taller, pero supuso que iría de a poco.

- Que bueno, Samantha, me alegro mucho - se alegró - si algún día quieres enseñarle a alguien lo que escribes, aquí tienes un voluntario.

Se llevó las manos al pecho y arqueó un poco la espalda como si se estuviera ofreciendo a una batalla o algo por el estilo.

Se alegró cuando Samantha dejó escapar una pequeña risa, su actitud con él había cambiado mucho desde ayer y eso ponía contento a Flavio.

- Esta noche empiezas con el tratamiento, me han dicho, pero antes... - Flavio sacó de sus grandes bolsillos delanteros un medidor de presión digital - tengo que medirte la presión arterial y la temperatura, es sólo para ir llevando un control de cómo reacciona tu cuerpo.

Se paró de la cama y le pidió a Samantha que le diera uno de sus brazos.

- ¿Cualquiera? - le preguntó ella, dudando entre el derecho y el izquierdo.

Plumas blancas [ flamantha ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora