34. Ser parte

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- ¿Cómo estoy? ¿Estoy bien? - preguntó Samantha nerviosa mientras sacudía cualquier pelusa mínima que pudiera tener su ropa.

Habían pasado ya dos semanas desde que Hugo se había puesto en contacto con ella para conocerla. No le había dicho mucho, sólo que estaría en Barcelona en una semana y que necesitaba hablar con ella, nada mas.

No hablaron sobre aquel encuentro en el bar del pueblo, cuando Samantha fingió ser cliente tan solo para verle el rostro al que se acababa de enterar que era su primo, ni siquiera hablaron de Susana, nada.

Si la llamada había durado más de cinco minutos era decir bastante, aunque la mayoría del tiempo se había ido en silencios porque ninguno de los dos sabía bien que decir.

Hoy, esas dos semanas habían pasado y se habían contactado por mensaje para que Samantha le pasara la dirección de su nueva casa y él le dijese el horario en el que llegaría.

En esos quince días habían pasado muchas cosas. La chica había conseguido una nueva casa, nada en comparación con la anterior en lo que se refiere a tamaño, pero igual de bonita que la suya. Era una casa mediana de una planta, dos habitaciones y una sala grande y preciosa, aunque lo mas destacable era el jardín que tenía, un requisito que Samantha no había olvidado en cuanto barajaba sus opciones.

Se había terminado de mudar hacía cinco días, traer todas sus pertenencias no había sido fácil y le había costado varios viajes y horas y horas de estar acomodando los muebles y hasta el último adorno en su nueva casa. Por suerte ahí había estado Flavio, siempre. No le había soltado la mano nunca, había cargado cajas y doblado ropa, había ayudado a mover todos los muebles de la nueva casa de Samantha hasta que quedaron como a ella le gustaba y se había pasado noches pintando porque a la chica el color de las paredes no le convencía mucho y quería cambiarlo.

Ahora todo estaba en su lugar, y con esfuerzo Samantha había logrado tener la casa de su sueños, un lugar donde ya no se sentía incómoda ni mucho menos.

Un sitio donde sabía que las pesadillas no la perseguirían, porque solo se había llevado con ella los buenos recuerdos.

Lo mismo ocurría con la empresa, ahora Samantha la dirigía casi sin problemas, y si tenía alguno, lo consultaba con todo un grupo de personas que estaban dispuestos a ayudarla a que todo saliera bien.

- Estas guapísima - Flavio, sentado en una de las sillas del comedor, soltó una risa al verla tan nerviosa - todo irá bien, ven.

Estiró su mano para que ella la cogiera y tiró de Samantha hasta sentarla sobre sus piernas.

- Estarán aquí en menos de diez minutos - le dijo ella mientras respiraba hondo - ¿crees que vendrán todos? ¿o sólo Hugo?

- Pues no lo se, la verdad - Flavio acarició su barbilla con suavidad - pero espero que vengan los tres.

Samantha se moría de ganas de conocer a Eva y de volver a ver al pequeño Javi, y esperaba realmente que aquel encuentro fuera para conocerse y no para pedirle que saliera definitivamente de su vida.

No sabía como había ido la visita de Susana al pueblo, ni siquiera sabía lo que les había dicho ni cómo, ni si Hugo le habría dejado entrar su vida o no.

- Tengo miedo de que sólo venga para decirme que no quiere saber nada de mi - Samantha escondió su rostro en el hueco del cuello de Flavio y suspiró.

- Si tu tía le ha hablado de ti y él ha buscado hasta conseguir tu número para llamarte, no será sólo para decirte que no quiere saber de ti, ¿verdad?

Samantha asintió, y aunque aún dudaba, las palabras del chico siempre le hacían borrar un poco sus malos pensamientos para reemplazarlos por otros mas esperanzadores.

Plumas blancas [ flamantha ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora